Un nuevo personaje aparece en escena: Amán agagueo. El ascendiente de ese hombre seductor sobre el débil Asuero pronto lo eleva a la cumbre del poder. Pero, ¡que Amán se quite su máscara! Se trata de un miembro de la familia real de Amalec. Ante tal hombre, Mardoqueo no podría inclinarse. Ya al principio del desierto, ¿no había declarado Dios solemnemente:
Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación?
(Éxodo 17:16).
Y más tarde: “Acuérdate de lo que hizo Amalec… no lo olvides” (Deuteronomio 25:17-19). Esto basta para impedir que el israelita fiel le dé al enemigo de Jehová la menor señal de deferencia. Los siglos que habían transcurrido desde esas divinas declaraciones de ningún modo habían disminuido su alcance. En cuanto a nosotros, no seamos más tolerantes de lo que lo eran los primeros cristianos respecto del mundo y de su príncipe.
A vista humana la actitud de Mardoqueo parece insensata. Y las consecuencias no solo para él sino para todo su pueblo son propiamente terribles, sin proporción con la falta que se le reprocha. Pero Mardoqueo obedece a la Palabra sin preocuparse por las consecuencias, y es lo que siempre deberíamos hacer.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"