La invisible mano de Dios condujo los acontecimientos y dispuso los corazones. Sin que ni Mardoqueo ni ella misma hubieran hecho nada para lograrlo, Ester, la joven judía, llega a ser la reina del poderoso imperio medo-persa. Se nos presenta una joven reservada, modesta, respetuosa de la autoridad (en contraste con Vasti), y lista para el extraordinario papel que va a ser llamada a desempeñar. Esas cualidades poco corrientes contribuyeron a hacerla notar en medio de las demás candidatas al trono. No piensen, jóvenes hijas de familias cristianas, que, al imitar las maneras, la ropa y la desenvoltura de las jóvenes del mundo, ustedes preparan su porvenir y su felicidad en la tierra. ¡Muy al contrario! Toda la cuestión consiste en saber a quién desean ustedes agradar.
Bajo el ángulo profético, este relato nos enseña que Cristo, después de haber negado toda relación con la cristiandad que lo es solo de nombre (Vasti, la esposa de entre los gentiles), elevará en su lugar a Israel (Ester) a la cabeza de las naciones. Pero, esto no tendrá lugar sin que primeramente el pueblo judío pase por profundas aflicciones, cuya aterradora prefiguración van a darnos los próximos capítulos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"