El salmo 137 nos muestra, cerca de los ríos de Babilonia, a los cautivos de Judá incapaces de cantar a causa de su tristeza. Pero ahora experimentan lo que dice el salmo 126:
Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion… nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza… grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres (v. 1-3).
Además, ¿no es esta la orden divina? (Isaías 48:20). Celebran la fiesta de los “tabernáculos”, fiesta de la alegría (en Esdras 3:11, los vemos también cantar). Su primer pensamiento es para el altar de Jehová, al que colocan “sobre su base”. Su motivación es notable: “Porque tenían miedo de los pueblos” (v. 3). El temor los impele no a organizar su protección sino a estrechar filas alrededor de Jehová, quien los defenderá.
Luego se ponen los fundamentos de la nueva casa. Esto da lugar a una conmovedora ceremonia en la que el gozo y el lloro son igualmente oportunos (véase Jeremías 33:11). ¡Qué contraste con el primer templo! El mismo contraste existe entre los comienzos de la Iglesia según el libro de los Hechos y el débil testimonio colectivo que los creyentes pueden dar en medio de la actual ruina.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"