Después de los sacrificios necesarios de los capítulos 28 y 29 encontramos aquí los votos por los cuales un israelita se comprometía espontáneamente con Jehová. Cuando un hombre hacía un voto, obligatoriamente tenía que cumplirlo. Eso se llamaba pagar sus votos (Salmo 22:25; 116:14, 18). Una mujer no era tan responsable si vivía con su padre o con su marido. Estos podían anular el voto que desaprobaban.
Este capítulo recuerda con qué presunción Israel se colocó bajo la ley, comprometiéndose a hacer todo lo que Dios había dicho. El predicador aconseja:
Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
(Eclesiastés 5:5)
De modo general, cuán importante es que todo lo que decidimos pueda ser confirmado en el cielo, aprobado por el Señor. Santiago nos enseña a subordinar todos nuestros proyectos a esta reserva: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Santiago 4:15). Y en cuanto a los juramentos mencionados en el versículo 3, el mismo escritor prescribe:
No juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no…
(cap. 5:12; ver también Mateo 5:33-37)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"