Esta sección del libro, constituida por los capítulos 19 y 20, comienza y termina especificando que Israel había de ser el pueblo santo de un Dios santo. Y casi cada uno de los mandamientos de estos capítulos viene puntualizado por este llamado: “Yo Jehová vuestro Dios”. Con cuanta más razón, los que hoy forman parte de la familia de Dios deben manifestar la santidad del “Padre santo”, de quien son hijos (Juan 17:11). Pedro cita el versículo 2 del capítulo 19:
Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos.
(1 Pedro 1:15-16)
No es solamente: “porque yo soy santo”, sino “como”. ¡Qué medida se nos da allí!
El versículo 32 llama la atención sobre el respeto que se debe a los ancianos, respecto a lo cual el joven cristiano nunca debería fallar. En todo nuestro comportamiento debe leerse nuestro cristianismo, no solo en la abstención de algunos pecados horrorosos que Dios se ve obligado a denunciar en su Palabra, sino en los mil detalles en los que pueden ejercerse el amor y la justicia practica (v. 34-36). Nunca olvidemos que el bendito nombre de Cristo ha sido invocado sobre nosotros (Santiago 2:7), de tal manera que nuestra conducta, según sea, honra o deshonra este precioso nombre.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"