En contraste con “la cena de las bodas del Cordero”, he aquí lo que es llamado irónicamente “la gran cena de Dios” (v. 17 al final; Salmo 2:4-5; Sofonías 1:7). El enfrentamiento final entre los ejércitos del Hijo de Dios y los del jefe romano terminará en el aniquilamiento general de estos últimos. Sin otro juicio, la bestia y el falso profeta serán lanzados vivos en el infierno (comp. Números 16:33; Salmo 55:15). Luego Dios se ocupa de Satanás, el amo de ellos. El capítulo 12 nos lo muestra siendo arrojado del cielo. Aquí una cadena y una llave simbólicas imposibilitan que el gran homicida pueda dañar. Finalmente, el versículo 10 nos lo muestra cuando, después de mil años, se reúna con sus dos cómplices en el lago de fuego “preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). Se comprende, pues, que no hay libro de la Biblia al que el diablo tema tanto como el del Apocalipsis. Para impedir su lectura, persuade de su oscuridad incluso a los creyentes.
Una vez que Satanás esté atado, nada se opondrá de ahí en adelante al reinado glorioso del Señor. Hemos podido comprobar que ese reinado, contrariamente a lo que muchos piensan, no llegará mediante una mejoría progresiva del mundo, sino por medio de juicios. Queridos hijos de Dios, Cristo quiere compartir con nosotros su autoridad (Daniel 7:18). No fraternicemos hoy con un mundo al que vamos a juzgar mañana (1 Corintios 6:2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"