Las lamentaciones de los mercaderes (v. 11, 15…) nos recuerdan las quejas de Demetrio y de los artesanos de Éfeso, quienes temían perder su gran “ganancia” y la “riqueza” que les procuraba el culto al ídolo (Hechos 19). En el fondo, ¿qué diferencia hay entre la “grande… Diana de los efesios” y “la gran Babilonia”, es decir, entre la idolatría pagana y la corrupción del cristianismo? Tiene mucho éxito la religión que da al hombre todos “los frutos codiciados por tu alma” (v. 14), que halaga los sentidos mientras adormece la conciencia (la música desempeña en ello un papel importante: v. 22; Daniel 3:7), que favorece el comercio y sirve de pretexto para toda clase de festejos. Basta ver en el período de fin de año de qué profana manera muchos celebran el nacimiento del Señor Jesús.
“Y en ella se halló la sangre de los… santos” (v. 4). Ya en la ciudad que Caín edificó, al comienzo de la Biblia, se hallaba más de una cosa agradable… en tanto que la sangre de Abel clamaba (comp. Génesis 4:10, 17). Hoy el mundo religioso se regocija mientras que el verdadero creyente sufre y se aflige (Juan 16:20). Mañana resonarán los ayes en el mundo, pero el gozo del cielo les responderá (v. 20). ¡Que Dios nos conceda ver ya, por la fe, todas las cosas como él las ve!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"