La impostura de Babilonia, su pretensión de ser “la Iglesia”, ha sido públicamente confundida. Ahora el Señor presenta su verdadera Esposa a los convidados del banquete celestial. El cielo prorrumpe en alabanzas: “¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro… Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (v. 1, 9). A la felicidad del Esposo responderá la de la Esposa. Ella se ha preparado; su adorno consiste en las acciones justas de los santos, las que Dios les concedió cumplir mientras estaban en la tierra. Pero también los “convidados” estarán llenos de gozo. Porque “el que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se gozagrandemente de la voz del esposo” (Juan 3:29).
No olvidemos, mientras aguardamos ese día, que hemos sido desposados “con un solo esposo” para ser presentados a Cristo “como una virgen pura” (2 Corintios 11:2). Guardemos para él toda la frescura de nuestros afectos. Pero si Cristo es el Amado de la Iglesia, para el mundo se convierte en el gran Justiciero. Bajo el nombre tomado otrora para manifestar la gracia y la verdad, el de “Verbo de Dios”, se adelanta para cumplir cosas terribles (Salmo 45; véase Isaías 59:18; 63:1-6).
Amigo, ¿cuándo y cómo quiere usted encontrar a Jesús? ¿Ahora como Salvador, o pronto como Juez?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"