La segunda epístola prohíbe recibir a los que no traen “la doctrina de Cristo”. La tercera exhorta a los creyentes a recibir y a ayudar a los que la enseñan (comp. Juan 13:20). Velar por el bien de los siervos del Señor es tomar parte en el Evangelio (v. 8).
En esta breve carta, nos son presentadas varias personas. Gayo, su destinatario, era un amado cuya alma prosperaba; andaba en la verdad, obraba fielmente y su amor era conocido públicamente. Demetrio, nombrado más adelante, también tenía un buen testimonio (1 Timoteo 3:7). En cambio, en la misma iglesia, a Diótrefes le gustaba tener el primer lugar (1 Pedro 5:3), decía malignas palabras contra el apóstol, no recibía a los hermanos y expulsaba a otros de la iglesia. Juan también menciona a ciertos hermanos evangelizadores que habían salido “por amor del nombre de Él” (v. 7; Hechos 5:41). El Nombre por excelencia es el de Jesús; les bastaba como mensaje y orden de misión (Hechos 8:35).
“No imites lo malo, sino lo bueno”, recomienda el apóstol (v. 11; 1 Tesalonicences 5:15). En esta epístola, así como alrededor de nosotros, hallamos buenos y malos ejemplos. ¿Cuáles imitamos? Ante todo, sigamos al Señor Jesús, el único en quien se ha hallado solo el bien (Marcos 7:37).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"