Los que hacen proyectos (v. 13 a 15; Isaías 56:12 final) y los que acumulan bienes terrenales (cap. 5:1-6) a menudo son las mismas personas (Lucas 12:18-19). Unas y otras son ajenas a la vida de la fe. Disponer del porvenir es sustituir la voluntad de Dios por la nuestra. Es incluso algo propio de la incredulidad, pues con esto se muestra que no se cree en la próxima venida del Señor.
En cuanto a las riquezas, es muy atractivo acumularlas “para los días postreros”. No obstante, los riesgos que amenazan las fortunas (quiebras, robos, devaluaciones…) se encargan de demostrar que son riquezas podridas, oro y plata enmohecidos (v. 2-3; Salmo 52:7). Por eso el Señor recomienda:
Haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye
(Lucas 12:33).
La abundancia de bienes materiales contribuye a endurecer el corazón para con Dios, pues fácilmente se pierde el sentimiento de que se depende de él y de cuáles son las verdaderas necesidades del alma (Apocalipsis 3:17). También lo endurece para con el prójimo, porque es más difícil ponerse en el lugar de aquellos a quienes les falta lo necesario (Proverbios 18:23).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"