Así como la fe se manifiesta necesariamente por medio de obras, la impureza del corazón también se exterioriza tarde o temprano mediante palabras. Toda máquina de vapor posee una válvula por medio de la cual la excesiva presión se escapa irresistiblemente. Si en nosotros dejamos subir esa «presión» sin juzgarla, inevitablemente nos traicionará con palabras que no podremos contener. El Señor nos hace comprobar así la impureza de nuestros labios (Isaías 6:5) y nos muestra cuál es su fuente interior: “la abundancia del corazón” (Mateo 12:34; 15:19; Proverbios 10:20).
Pero Dios nos invita a juzgarnos y a separar “lo precioso de lo vil” (Jeremías 15:19), a fin de ser como su boca.
Hay sabiduría y sabiduría. La que es “de lo alto”, como todo don perfecto, desciende “del Padre de las luces” (cap. 1:17). Sus motivos nos la darán a conocer: siempre es “pura”, sin voluntad propia y activa para hacer el bien. Tendríamos que volver a leer estos versículos cada vez que estemos a punto de hacer un mal uso de nuestra lengua: contender, mentir (v. 14), murmurar, jactarse (cap. 4:11, 16), quejarse, jurar o proferir palabras ligeras (cap. 5:9,12; Efesios 4:29; 5:4)… ¡es decir, por desdicha, muchas veces al día!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"