Jehová tiene una particular instrucción para los sacerdotes. De corazón deberían haber dado gloria a su nombre (v. 2). El servicio cristiano no tiene otra razón de ser. Demasiado a menudo se glorifica al siervo antes que a su Señor.
¿De quién si no de Cristo se podría decir que “iniquidad no fue hallada en sus labios”? (v. 6). Aun los alguaciles debían convenir en que
“¡jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!”
(Juan 7:46).
Esta perfección solo hace resaltar mejor el triste retrato del clero en el tiempo del Señor: sacerdotes, escribas y fariseos. Él guardó el pacto (v. 5); ellos lo corrompieron. Él anduvo con Dios en paz y rectitud; ellos se apartaron del camino. Él “a muchos hizo apartar de la iniquidad”; ellos hacían tropezar a la gente (v. 8-9; Isaías 9:16). “La ley de verdad estuvo en su boca”; ellos cansaban al Señor con sus palabras (v. 17; Mateo 6:7).
“Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” repiten los versículos 15 y 16. Nuestro espíritu tiene la sensibilidad de una banda magnética, y conserva un rastro de todo lo que se registra en él. Estemos prontos a ocuparlo solo con cosas verdaderas… puras, amables, de buen nombre… (Filipenses 4:8).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"