El autor de la epístola tenía “mucho que decir” acerca de Melquisedec (cap. 5:10-11); ese personaje misterioso que se cruza en la historia de Abraham (Génesis 14) obrando como mediador, bendiciendo a Abraham de parte del Dios Altísimo y luego bendiciendo a ese Dios Altísimo de parte de Abraham. En cambio, todo lo que concierne su persona y sus orígenes no nos ha sido revelado, y comprendemos el porqué. Lo que interesa al Espíritu de Dios aquí no es el hombre, sino el oficio. Rey y sacerdote, Melquisedec es una figura del Señor Jesús cuando reine en justicia y sea sacerdote sobre su trono. El sacerdocio según el orden de Melquisedec, desde todos los puntos de vista es superior al de Aarón:
1) Su titular es más excelente que Abraham, ya que ese patriarca dio el diezmo a Melquisedec y fue bendecido por él.
2) Siendo anterior a la historia de Israel, este sacerdocio no solo se ejerce en beneficio de ese pueblo sino de todo creyente.
3) Finalmente, es intransmisible, ya que el que está a cargo de ese oficio permanece siempre vivo (véase Romanos 8:34).
En la cristiandad muchas personas creen que es necesario recurrir a intermediarios, sacerdotes o “santos”. Esta epístola les enseña que Dios nos ha dado un único sumo sacerdote, perfecto y suficiente para siempre (cap. 10:21-22).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"