La magnífica casa está acabada. Pero aún le falta el objeto principal: el arca santa. Su introducción
En su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines
(v. 7),
dirige nuestra mirada en Jesús, exaltado por Dios mismo, centro de la alabanza universal, llenando el cielo y la tierra con su gloria. El Señor es objeto de la admiración de los ángeles (los querubines; 1 Timoteo 3:16) y de la adoración de su pueblo bienaventurado: una misma voz y varios instrumentos (v. 13; Salmo 150). Un solo cántico: el cántico nuevo, cantado por una multitud de redimidos, trayendo cada uno su nota particular, pero en un perfecto acorde.
De los tres objetos que el arca había contenido: el maná en su jarrón de oro, la vara de Aarón el sacerdote, y las tablas de la ley, solo subsisten estas últimas (v. 10). En los tiempos del viaje, ya acabado, Dios dio el maná y condujo al pueblo hacia Él por medio del sacerdocio. Ahora el arca está en Sion, en el reposo de Dios, quien cumplió su promesa. Y él mismo, con base en un nuevo pacto garantizado por las tablas, descansa “en su amor” en medio de su pueblo redimido (Sofonías 3:17, V. M.)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"