En la epístola a Tito volvemos a hallar los temas que nos ocuparon en la primera a Timoteo: el buen orden en la iglesia, la sana enseñanza opuesta a la de los falsos maestros y sus frutos en la conducta de los creyentes. Pablo encargó a Tito que escogiera y estableciera ancianos en cada iglesia (Hechos 14:23). Esto es muy diferente al principio de tantas iglesias en las que un solo hombre acumula esas funciones, quien además recibe un sueldo para cumplirlas. Dignidad, sobriedad, hospitalidad y dominio propio son las condiciones morales indispensables para un anciano u obispo.
El retrato de los cretenses, trazado por su propio profeta y confirmado por el apóstol, no es nada halagador. Los rasgos más o menos destacados del hombre natural no se borran con la conversión. Uno permanece más inclinado a la mentira, otro a la pereza o al orgullo. Cada hijo de Dios debe aprender a conocer sus propias tendencias y luego velar, con la ayuda del Señor, para no permitir que se manifiesten. La insubordinación de los hijos hacia sus padres (v. 6) les hace correr el riesgo de rebelarse más tarde contra toda la enseñanza divina (v. 10). Dios no reconoce las obras del que no se somete a la autoridad de su Palabra (v. 16 al final).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"