Aunque muchos apartan el oído de la verdad (v. 4), el obrero del Señor debe, no obstante, predicar, advertir, instar “a tiempo y fuera de tiempo”, convencer, reprender, exhortar… en resumen, cumplir plenamente su ministerio (v. 2, 5). Pablo había dado el ejemplo. Su carrera se acababa. Los deportistas saben que una competición nunca está decidida antes de la línea de llegada. Abandonar o dejarse adelantar en los últimos metros es perder toda la carrera… juntamente con el premio. Y los últimos pasos a menudo son los más difíciles. El amado apóstol nos da una conmovedora idea de las condiciones finales de su combate y de su carrera: la cárcel, el frío y la desnudez (1 Corintios 4:11; 2 Corintios 11:27; aquí pide su capa: v. 13), la maldad y la oposición de los hombres (v. 14-15), su comparecencia ante César (Nerón) y la ausencia de todos sus amigos (v. 16). Estos se habían dispersado y hasta Demas lo había abandonado. No se puede formar parte de los que aman “este mundo” (v. 10) y de los que aman la venida del Señor (v. 8). La epístola se termina mencionando el supremo recurso en un tiempo de ruina: la gracia. Era el saludo del apóstol (cap. 1:2); es también su despedida (v. 22). ¡Que esta gracia esté con cada uno de nosotros!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"