Aspirar al obispado debe ser considerado como una prueba de amor por la iglesia. Para ejercer las funciones de obispo (o anciano) y las de diácono (o siervo), no es cuestión de estudios ni de examen, sino de condiciones morales. Éstas son de dos tipos:
1° un buen testimonio en la iglesia y fuera de ella;
2° una experiencia adquirida en la vida cristiana.
En toda casa existe una regla de conducta, una disciplina colectiva a la que cada uno se somete. Así ocurre en la casa del Dios viviente: la Iglesia (véase 1 Corintios 14:40). No somos libres, en absoluto, de comportarnos en ella a nuestro antojo. Ella es la columna sobre la cual el nombre de Cristo, la Verdad, está escrito para hacerlo conocer al mundo entero.
Grande es el misterio de la piedad, porque grande es la Persona sobre la cual está fundada nuestra relación con Dios. La venida de Jesús como hombre a la tierra, la perfecta justicia de todo su andar en el poder del Espíritu Santo y bajo la mirada de los ángeles, su Nombre predicado y creído aquí abajo y finalmente su elevación a la gloria, constituyen los elementos inseparables de ese misterio intangible confiado a la iglesia. Ésta es responsable ante el Señor de sostener y guardar toda la Verdad (v. 3:15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"