Sobre ese mismo monte de Moriah, en otros tiempos, Abraham ofreció a su hijo Isaac (Génesis 22:2; 2 Crónicas 3:1). Pero Dios detuvo su mano, como lo hace ahora con la del ángel. El juicio divino, apartado de esa manera, caerá en forma de fuego sobre el holocausto que ofrece David (v. 26). Abraham, después de haber presentado, él también, un sacrificio de sustitución en lugar de Isaac, llamó ese lugar “Jehová-Jireh”, es decir, “en el monte de Jehová será provisto” (Génesis 22:14).
En lo que nos concierne, sabemos de qué solemne manera debía ser provisto allí, y quién debía recibir en nuestro lugar los golpes del juicio de Dios. La voz que dice al ángel: “Basta ya”, y luego le ordena que vuelva a poner su espada en la vaina, es la misma que un día debió decir:
Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío… Hiere al pastor
(Zacarías 13:7).
¡Qué insondable y maravilloso misterio! El castigo que merecíamos fue apartado para siempre, porque cayó sobre Aquel que fue herido en nuestro lugar: Jesús, el pastor establecido por Dios, nuestro buen Pastor, el “compañero” de Jehová.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"