Ya anteriormente Jehová había puesto el dedo sobre la dureza de corazón, la altivez, el egoísmo y el apego a las comodidades de su pueblo extraviado (cap. 2:6; 4:1; 5:11; comp. 1 Corintios 10:24; 1 Juan 3:17). La inteligencia de este estaba dedicada a su propio recreo (v. 5). ¡Estado de cosas que también habla a nuestra conciencia! ¿Es honesto emplear para nuestro uso lo que el Señor nos confió para su servicio? Sin contar con que el camino de nuestras codicias nos conduce, espiritualmente hablando, a someternos a la servidumbre del enemigo (comp. v. 7). En fin, he aquí lo que va a la par de la prosperidad material y los gustos refinados: “No se afligen por el quebrantamiento de José” (v. 6). Los contemporáneos de Amós ya no sufrían a causa de la división de Israel en dos reinos. Hoy la misma causa, a saber, la asidua persecución de nuestras comodidades y de nuestros intereses, produce el mismo efecto: una culpable indiferencia en cuanto al estado de ruina de la Iglesia y a la división de los cristianos.
El versículo 8 afirma que Dios aborrece la soberbia, raíz de todo pecado. Es de desear que el Señor nos enseñe a juzgarla en nosotros, así en sus más groseras manifestaciones como en las más sutiles.
Recordemos que él resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes
(Santiago 4:6).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"