Ezequiel recibe las noticias de la conquista de Jerusalén. Desde el primer día del sitio, Jehová le había indicado de qué manera sería avisado (comp. v. 21-22 con cap. 24:25-27). Ahora, va a reducir al país a desierto a causa de la soberbia de los que permanecen en Judea.
El final del capítulo (v. 30-33) es muy solemne. Nos muestra que las palabras de Ezequiel eran apreciadas como agradable canto y hermosa voz. Por desgracia no se las practicaba. Sin duda, por ese motivo el profeta había permanecido callado por un tiempo (v. 22); era un juicio para el pueblo y no para él.
Porque la trompeta de un atalaya no resuena para que se disfrute su melodía. Se trata de una señal de alerta.
¡Desdichados aquellos que no la tomen en cuenta!
¿No ocurre lo mismo hoy en día? Algunos pretendidos cristianos parecen oír con placer las predicaciones… pero de ninguna manera están dispuestos a poner en práctica lo que se les enseña. ¿A qué se debe? ¡A falta de rectitud! Lo que se aparenta no corresponde al verdadero estado del corazón (final del v. 31). El Señor dirá de Israel: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” (Marcos 7:6; Isaías 29:13).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"