El enigma del capítulo 17 se acaba de manera divina. Jehová habla en él del renuevo que él mismo –y no ya esta vez la gran águila– tomará del mismo cedro real de David y lo establecerá en un monte alto y sublime como árbol poderoso y lleno de frutos.
Comprendemos que se trata del Señor Jesús y de su futuro reinado
(comp. Isaías 11:1; Salmo 2:6).
En el capítulo 18, Jehová discute con los hombres de Israel. Estos, en lugar de humillarse al ver cómo se cumplen los castigos, intentan justificarse con un insolente proverbio de su invención (v. 2): “Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera”; dicho de otro modo: nuestra generación paga por las precedentes; nuestros padres pecaron y nosotros sufrimos las consecuencias (véase Jeremías 31:29-30). ¡Esto equivale a acusar a Dios de injusticia! Pero este capítulo destruye su perverso razonamiento; cosechan lo que ellos mismos sembraron (Gálatas 6:7).
¿No reconocemos en esos hombres una triste disposición de nuestro corazón: la de echar sobre los demás la responsabilidad de nuestras faltas? Esto traiciona nuestra ceguera y nuestro orgullo y también nos hace malograr las saludables lecciones del Señor (véase Génesis 3:12; Romanos 2:1).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"