La relación de Jerusalén con Jehová agravaba terriblemente sus pecados. A ese respecto, Sodoma era menos culpable que ella, y aun Samaria, la que, sin embargo, era objeto del más profundo desprecio de parte de los judíos (v. 52; Juan 4:9). Además, sabemos que a veces Satanás hace que los que están en relación con Dios caigan más bajo que los otros hombres, porque a través de ellos busca empañar la gloria del Señor. El estado de pecado descrito en el versículo 49 debe hacernos reflexionar: “soberbia, saciedad de pan y abundancia de ocio” con el inevitable egoísmo como consecuencia. Desde tal punto de partida, Sodoma llegó a los horrorosos pecados que trajeron su “destrucción” (2 Pedro 2:6). Pero, contrariamente a toda esperanza, los versículos 60 a 63 nos hacen saber que tal no es la suerte final que aguarda a la ingrata Jerusalén. Su infidelidad no pudo cambiar la fidelidad de su divino Esposo. Una vez más, la culpable ciudad será el objeto de una misericordia aún más grande que la del principio. Sí, las últimas palabras de este capítulo, lleno de tantos crímenes y abominaciones, nos confunden; v. 63:
Cuando yo perdone todo lo que hiciste, dice Jehová el Señor
(comp. Romanos 11:33).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"