Este pasmoso capítulo describe la odiosa conducta de Jerusalén para con Jehová, a quien todo lo debía. El origen impuro y el total desamparo de la niña menospreciada y abandonada en el campo al nacer (lo que practican todavía ciertas tribus paganas) hacen resaltar la abominable ingratitud de aquella que se entregó a la peor idolatría y utilizó los preciosos dones de su Bienhechor para sus infames pasiones.
De hecho, esta dolorosa historia es la de todo hombre. Dios halló a su criatura en el más horrendo estado de impotencia y degradación moral (comp. Lucas 10:30-35). Él hizo todo por arrancarla de ese estado y darle una nueva vida. ¿Cómo respondió el hombre a tanta gracia?
Queridos amigos, es muy serio pensar en ello: esa incalificable conducta es también la nuestra cada vez que desviamos, para nuestras codicias, lo que pertenece al Señor y debe servir para su gloria, sean nuestros bienes o nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19-20).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"