“Para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio” (v. 6). Cuando un candidato es sometido a examen, dos días resultan importantes: primero el de las pruebas, luego el de los resultados. El “tiempo” que Dios asigna a cada uno sobre la tierra corresponde al primero de esos días; pero el del juicio le seguirá inevitablemente. A causa de la paciencia de Dios, el pecador, en su inconsciencia, aprovecha para abundar en el mal “por cuanto no se ejecuta luego la sentencia sobre la mala obra” (v. 11). “El hombre no conoce su tiempo” (cap. 9:12; Jeremías 8:6-7), ni “lo que ha de ser” (v. 7), en tanto que el sabio, enseñado por Dios, discierne todas las cosas (v. 1; 1 Corintios 2:15-16). Como a Pablo, el pensamiento del tribunal de Cristo le da temor. Al darse cuenta de lo serio del tiempo actual y de la solemnidad del juicio, (v. 5), se aplica con ardor a ser agradable al Señor (2 Corintios 5:9-11).
El Predicador no tiene, como nosotros, una revelación del porvenir. No obstante, conoce la importancia del temor a Dios y afirma que
Les irá bien a los que a Dios temen (v. 12).
Quizás encontrarán la persecución, pero no hay quien tenga potestad para retener o aprisionar su espíritu (v. 8-9). Nada podrá separarlos “del amor de Cristo” (Romanos 8:35).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"