Dios ordena “los tiempos” de todas sus criaturas. Así, ha determinado la fecha de nuestro nacimiento y la de todos los acontecimientos de nuestra vida. Como el salmista, el creyente puede decir con confianza: Señor
En tu mano están mis tiempos
(Salmo 31:15).
A todo lo que Él hace “no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (v. 14). “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” (v. 11); la creación ha salido perfecta de las manos de Dios. Pero, a pesar de todas las maravillas que aún son visibles en la naturaleza, no podemos admirarla hoy en su esplendor y frescura primitivas. El hombre la ha contaminado y degradado con su iniquidad; la ha sujetado “a vanidad” (Romanos 8:20). “Espinos y cardos” (Génesis 3:18) le recuerdan su caída. Además, «en medio del naufragio producido por el pecado, el hombre solo subsiste como un triste resto de sus bendiciones pasadas», ha escrito un creyente. Finalmente, el versículo 20 evoca la sentencia: “polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
A cada cual le toca “el tiempo de morir”, a menudo más cercano de lo que se piensa. Ah, amigo lector, si aún no es usted salvo, sepa que existe también un tiempo de convertirse y que este es hoy.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"