Primeramente, el Predicador aplicó su corazón a buscar la sabiduría. ¡Cuántas cosas apasionantes se pueden descubrir en todos los dominios: artes, ciencias, turismo, arqueología…! Mediante medios modernos están puestas hoy al alcance de la juventud. Pero, cuanto más adelanta el sabio en sus investigaciones, tanto más arduos llegan a ser los problemas y tanto más se siente desalentado. El espíritu humano está encarcelado entre los muros de sus propios razonamientos. Solo la Palabra de Dios libera el pensamiento y comunica el verdadero conocimiento. Penoso trabajo, cansancio, aflicción y dolor: tal ha sido la triste conclusión del sabio (cap. 1:13, 18; 12:12).
«Vamos –se dijo él entonces–, solo pensemos en los placeres de la vida» (v. 1-3). Pero allí también su experiencia rápidamente cambia de dirección; vanidad y locura son las palabras que la resumen esta vez. Toda alegría humana se echa a perder con el sentimiento de que no es duradera (Proverbios 14:13).
¿Será, tal vez, la abundancia de los bienes terrenales la que podrá satisfacerle? ¿Quién estaba en mejor situación que Salomón para acumular y administrar riquezas y cumplir grandes obras que la ambición humana no deja de proponerse? (2 Crónicas 9:22). ¡Pues bien! escuchemos cómo él las aprecia al final:
Vanidad y correr tras el viento(v. 11, V. M.).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"