“Oye palabra de Jehová, oh rey de Judá… tú, y tus siervos, y tu pueblo…” (v. 2). Pero en vano Jeremías dirigió esa apremiante invitación a Joacim. Desde su juventud, cuando todo iba bien, este había decidido no escuchar la voz de Jehová (según el v. 21, el que también se aplica a todo su pueblo). Por eso, podemos ver los malos frutos que ello le acarreó cuando, llegado a la edad adulta, sus responsabilidades se vieron caracterizadas por la injusticia, la falta de rectitud, la soberbia, la falta de honradez, la tiranía y la violencia (v. 13, 17, en el último de los cuales Jeremías no vacila en decirle al rey que es un asesino). Sin embargo, Joacim había tenido ante sus ojos el buen ejemplo de su padre Josías y las felices consecuencias de su fiel andar (v. 15-16). ¡Hijos de padres creyentes, acordaos de la historia de ese rey!
El versículo 14 también merece toda nuestra atención. La búsqueda del lujo por parte de un creyente ¿no contradice su carácter de extranjero y su vocación celestial?
Luego se trata de Conías, joven de 18 años, quien solo reinó tres meses antes de ser transportado con su madre a Babilonia (2 Reyes 24:8 y sig.) Por medio de tales acontecimientos Dios se dirigía al mundo entero (v. 29). Ese castigo público mostraba que no se desafía impunemente su voluntad.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"