“Los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas” (cap. 47:13) y otros adivinos han proliferado en todos los tiempos a expensas de la credulidad popular. Pese a sus pretensiones, nadie tiene el poder de predecir el porvenir. Solo Dios tiene el conocimiento de ello y nos revela en su Palabra lo que necesitamos saber a ese respecto (cap. 46:10; Hechos 1:7). El cumplimiento en el pasado de los acontecimientos que habían sido anunciados de antemano por medio de los profetas es una prueba más de la existencia y omnipotencia de Dios (v. 3). Las primeras cosas, declaradas desde hacía tiempo, han ocurrido (v. 5; véase Juan 13:19). Esto prueba que las cosas nuevas son y serán también la obra de Dios (v. 6; Mateo 13:52). Hoy está al alcance de todos, y en particular de los judíos, el indagar las Escrituras para cerciorarse de ello. Con antelación de muchos siglos, el rechazo de su Mesías ha sido anunciado claramente por el más grande de sus profetas, precisamente en los capítulos que estamos leyendo. Por desdicha, no solo Israel sino el hombre en general es verdaderamente obstinado; “barra de hierro” es su cerviz; su frente es “de bronce” (v. 4); su oído está cerrado (v. 8). Por encima de todo es “duro de corazón” (cap. 46:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"