Se trata ahora de Babilonia. Aun antes de su entrada en la Historia, ya está anunciada su caída. Empleada por el Señor para disciplinar a su pueblo, “no le tuvo compasión”; “no puso estas cosas en su corazón” (V. M.); en fin, “no se acordó de su postrimería” (v. 7; Deuteronomio 32:29). Por boca de Daniel, Dios le había dado a conocer “lo que había de acontecer en lo porvenir” (Daniel 2:45). Y a esto, la orgullosa ciudad declaró: “Para siempre seré señora”. Pero conocemos el fin solemne y repentino “del rey de los caldeos” (Daniel 5:30), durante la trágica noche del festín de Belsasar.
En el Nuevo Testamento, Babilonia es figura de la cristiandad como Iglesia responsable. Esta se ha cansado de ser extranjera aquí abajo y de sufrir. Ha preferido un trono a la cruz; ha olvidado la compasión, ha dominado sobre las almas, ha desconocido los derechos del Señor y ha perdido de vista Su retorno. Se acomodó con una multitud de ídolos y supersticiones (v. 12-13). Pero llegará el momento de su ruina (Apocalipsis 18). Entonces Cristo presentará al cielo y a la tierra a su verdadera Esposa: la Iglesia compuesta por todos sus redimidos llevados junto a Él antes de estos acontecimientos. ¿Usted será de ellos?
“Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis… Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:5-7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"