Lo que Dios cumplirá para el restablecimiento de su pueblo hará que todos le conozcan como el “Dios de Israel que salva” (v. 15). En contraste con los dioses que “no salvan” (v. 20 final), Él mismo declara con la mayor fuerza:
No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. (v. 21)
No solo se dirige a la descendencia de Israel, sino a todos los hombres: “Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra…” (v. 21-22). Este llamado aún resuena en el mundo de hoy; ¿le ha respondido usted? Reconocemos la voz de “Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4-5; léase también Tito 2:11). Pero para que Dios pudiese mostrarse a la vez “justo y santo”, sabemos lo que era necesario. El castigo que debía satisfacer su justicia respecto del pecado hirió a Aquel que el mismo pasaje llama: “El mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos”. Con razón, toda rodilla se doblará ante ese gran Dios salvador y toda lengua confesará altamente a Dios (v. 23, citado en Romanos 14:11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"