Hemos llegado a la conclusión de los salmos, ese «libro de la prueba» cuya última página será dada vuelta solamente al término de nuestra estancia terrenal. Y comprobamos que todos los sufrimientos que se hallan descritos en él han llegado a ese resultado final: la alabanza de Dios por medio de todo lo que respira. Ojalá pueda ser así con cada una de nuestras pruebas: que sea hallada
En alabanza gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo
(1 Pedro 1:7).
El libro de los Salmos comenzó por la bendición que Dios da al hombre; termina por la bendición que el hombre da a Dios. Hemos oído el aleluya cantado sucesivamente por el remanente salvado (Salmo 146), por Jerusalén (Salmo 147) y por la Creación (Salmo 148). El Salmo 149 tiene por tema el cántico nuevo de Israel y los últimos juicios que precederán al Reino. Por último, el Salmo 150 responde a todas las preguntas concernientes a la alabanza: quién debe ser adorado; dónde (v. 1), por qué (v. 2), cómo (v. 3-5), y por quién (v. 6) debe ser rendido el culto.
Todas las expresiones de esa alabanza universal se unen en una perfecta armonía. Porque el cántico es único: exalta los poderosos hechos y la infinita grandeza de Aquel que entonces habrá cumplido todos sus propósitos para su propia gloria y para la bendición universal.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"