Acordarse de los conductores – Un ciclo repetitivo
Jueces 2:6-23
Al pasar los años, vemos que se levanta en Israel “otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho…” (v. 10). Esa generación no había experimentado la fidelidad de Dios que sus padres experimentaron en el desierto ni el poder que manifestó en el propio Canaán. Entonces, se alejan de Jehová para ir tras otros dioses (v. 12).

El hogar cristiano
El hogar fue establecido por Dios, y fue Su designio para la humanidad. Cuando Dios hizo a Adán y a Eva y los unió en santo matrimonio, mandándoles que fructificaran y se multiplicaran y que llenaran la tierra, instituyó la primera familia y el primer hogar (Génesis 1:27-28). Toda la estructura social humana descansa sobre la unidad de la familia. Y el hogar, la morada de la familia, bien sea una choza o una mansión, es la fortificación o el refugio de la comunidad. De ahí a que se diga con frecuencia: «El hogar es el baluarte de la nación». Sobre él descansa todo el edificio de la civilización. Si él desaparece, desaparece la nación, porque la nación no es sino un conjunto de individuos unidos por una relación de familia. Es evidente, pues, la importancia del hogar y de la vida familiar conforme a los pensamientos de Dios.
Filiación "espiritual"
Juan 8:37-59
El Señor confirma que la naturaleza de nuestras obras es la que hace conocer de quién somos hijos.

Tú y tu casa
El cristiano en el hogar
Hay dos casas que ocupan un lugar muy prominente en las páginas inspiradas: La casa de Dios y la casa del siervo de Dios. Dios atribuye una gran importancia a su casa, y justamente porque es suya. Su verdad, su honor, su carácter y su gloria están comprometidos en el carácter de su casa. Por tal motivo, es su deseo que la expresión de lo que Él es se manifieste con total claridad en lo que le pertenece.