Lecciones del Antiguo Testamento

Lecciones del Antiguo Testamento

Introducción

Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza
(Romanos 15:4).

Estas breves palabras confieren al cristiano, de manera clara e inequívoca, un título que lo habilita a recorrer el vasto y magnífico campo de las Escrituras del Antiguo Testamento y a recoger de allí instrucción y consuelo según la medida de su capacidad y el carácter o la profundidad de su necesidad espiritual. Hay otra porción inspirada que, si fuera necesario, también avala esto mismo con igual claridad: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). Por cierto que, cuando leemos el Antiguo Testamento, así como el Nuevo, hace falta una continua necesidad de vigilancia, de despojamiento de nosotros mismos y de dependencia de la enseñanza directa del Espíritu Santo, por quien toda la Escritura ha sido inspirada. No debemos dar rienda suelta a la imaginación, para no caer en nociones groseras e interpretaciones fantasiosas, que no sirven para nada, sino para debilitar el poder de la Escritura sobre el alma e impedir nuestro crecimiento en la vida divina. Pero nunca debemos olvidar que en Romanos 15:4 tenemos el estatuto divino: “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron”.