Introducción
La Biblia nos enseña muchas preciosas verdades relativas a Dios, su naturaleza, sus perfecciones y su ser. Pero eso no es todo lo que nos revela de él. Hay en Dios un misterio que no podemos sondear, porque escapa a la inteligencia humana más elevada.
“Hay un solo Dios”
Por doquier en las Santas Escrituras es proclamada la unidad de Dios en contraste con la pluralidad de las divinidades paganas. «Hay un solo Dios» era la gran verdad escrita en la bandera de Israel. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, dijo el Espíritu Santo por medio de Moisés; Dios recuerda esas palabras en Deuteronomio 6:4 (repetidas por Jesús mismo en Marcos 12:29). El Nuevo Testamento también afirma la unidad de Dios: “No hay más que un Dios” (1 Corintios 8:4). “Porque hay un solo Dios” (1 Timoteo 2:5). Pero en la manifestación de Dios al hombre, como la encontramos en la Escritura, vemos que en esta unidad absoluta hay tres Personas distintas: el Padre, el Hijo o el Verbo (la Palabra) y el Espíritu Santo.
Tres Personas divinas en la Deidad
Estas tres Personas divinas aparecen al ser bautizado el Señor Jesús. El Hijo, hecho hombre, acude al bautismo que administra Juan y le dice: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”. Él es bautizado y, de pronto, los cielos le son abiertos, el Espíritu de Dios desciende como paloma y viene sobre él, y la voz del Padre se hace oír desde los cielos: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:13-17). El bautismo cristiano, conforme al orden establecido por el Señor después de su resurrección, se administra “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). En la bendición apostólica vemos reunidas las tres Personas divinas: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Corintios 13:14). Estas tres Personas adorables se unen en la dispensación de las bendiciones divinas a los fieles. Así, en el capítulo 14 de Juan, el Hijo conduce hacia el Padre: “Yo soy” –dice Jesús– “el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (v. 6). El Espíritu Santo, el Consolador, pone a los creyentes en comunión con el Padre y el Hijo. El Señor dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad… el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre” (Juan 14:16, 26). Y también: “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26). Leemos además: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2). Varios otros pasajes nos mostrarían al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, tres Personas distintas, concurriendo en la obra de la redención de los pecadores y de la bendición de los salvados.
De modo que, como se ha expresado, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios; no son tres dioses, sino un solo Dios. Es este un misterio insondable que el hombre no puede explicar y que la fe debe recibir con toda sencillez como algo revelado por Dios. Ya lo encontramos en el primer versículo de la Biblia: “En el principio creó Elohim” o sea «los dioses creó»; el sujeto está en plural y el verbo en singular. Luego, en el versículo 26 de ese primer capítulo del Génesis, leemos: “Hagamos al hombre”; en el capítulo 3:22: “He aquí el hombre es como uno de nosotros”, en el capítulo 11:7: “Ahora, pues, descendamos…”. En el libro del profeta Isaías, el Señor dice: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8). Estas palabras ¿no indican que varias personas celebran consejo entre ellas, piensan y obran juntas? También podemos ver en el capítulo 10 de la epístola a los Hebreos el consejo de Dios, su voluntad (v. 5-6), el Hijo que se presenta para cumplirla (v. 7) y el Espíritu Santo que da testimonio de ello (v. 15).
Independientemente de los pasajes que acabamos de ver y que nos dan a conocer la pluralidad de las Personas en la unidad de la esencia divina, la Escritura establece la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo de manera clara y positiva. Ella les atribuye el nombre, las perfecciones y las obras de Dios. Digamos primeramente algunas palabras sobre Dios, revelado como Padre.