Reuniones de la asamblea
En las meditaciones de los libritos 1 y 2 hemos considerado algunos de los principios sobresalientes que deben gobernar y constituir una asamblea de Dios conforme a las Escrituras. Tal iglesia tiene que reunirse sobre el fundamento de un solo Cuerpo compuesto por todos los creyentes. Estos tienen que reconocerse y recibirse unos a otros como miembros de ese espiritual cuerpo de Cristo. Por lo tanto, no han de reconocer ningún otro cuerpo.
En segundo término, la asamblea tiene que reunirse al solo nombre1 del Señor Jesucristo como su centro, esto es, mantener tan solo aquel nombre precioso con exclusión de todos los demás.
En tercer término, se debe dar al Señor su legítimo lugar, es decir, en el centro como Jefe divino. Asimismo, es preciso reconocer la presencia del Espíritu Santo y depender de Él para guiar y repartir uno o varios dones a cada hombre como Él quiere.
En cuarto término, el ministerio, con sus varios dones, no debe ser asumido por un solo hombre, un ministro oficialmente nombrado. Debe ser llevado a cabo por los hermanos que han recibido dones de Cristo para la Iglesia, así como por miembros del Cuerpo, edificándose unos a otros, todos bajo la dirección del Espíritu Santo y con su poder y energía.
En quinto término, la obra de supervisión en las reuniones ha de ser hecha por los que están capacitados moral y espiritualmente como ancianos, preparados y dirigidos por el Espíritu Santo para desempeñar este ministerio tan necesario. La obra de diáconos debe hacerse por aquellos a quienes haya escogido la asamblea para esa obra.
En sexto término, el Señor está en medio de la asamblea como exclusiva autoridad para determinar sus acciones, conforme a la Palabra de Dios.
Expuestos así los principios básicos que proporcionan, por así decirlo, la estructura y el mecanismo de origen divino de la expresión local de la Iglesia del Dios viviente, estamos en condiciones de considerar las varias reuniones de la asamblea. Pero, antes de iniciar tal consideración, sería ventajoso observar de modo general la primera iglesia local. Nos referimos a la iglesia establecida el día de Pentecostés por el Señor y el Espíritu Santo.
- 1N. del Ed.: La expresión “en mi nombre” significa “atraído a mi nombre” o “atraído hacia mi nombre”. El Señor Jesús promete su presencia allí donde Él es el centro, y los dos o tres (o más) se congregan atraídos a Él o atraídos hacia Él. Reunirse teniendo por centro a líderes religiosos, doctrinas, ritos o sistemas no asegura la presencia del Señor Jesús. Él está en medio de los suyos cuando se reúnen atraídos solo a su nombre, atraídos solo hacia Él. Esto es tan importante que, en esta serie de folletos, cuando se citen las palabras “en mi nombre” o “en su nombre”, a veces usaremos paréntesis para recordar al lector el significado correcto. Ejemplo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre (atraídos a mi nombre o hacia mi nombre), allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).