La salvación

La Biblia responde a sus argumentos y dudas

Conclusión

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
(Romanos 3:28)

Justificados por la fe

Leer Romanos 3:25-31

Dios podía tener paciencia con los pecados de los creyentes que vivieron en el tiempo del Antiguo Testamento (Romanos 3:25) porque Él ya miraba adelante a la obra de Cristo. Él no cerraba sus ojos para no ver esos pecados, sino que, al perdonarlos, obraba con justicia porque sabía que Cristo iba a derramar su sangre para ello.

Para nosotros que vivimos en el tiempo del Nuevo Testamento, la obra de Cristo ya se cumplió. La sangre de Cristo fue derramada en la cruz. Dios afirma su valor, a saber, que ella quita los pecados. Así que Dios ya no ve pecados en quien ha reconocido que Cristo derramó su sangre por él o ella. Sus pecados ya no existen; desaparecieron para siempre. Para Dios, una persona así ya no es pecadora; es alguien que le pertenece y que Él quiere tener muy cerca de sí.

Dios ha hecho de nosotros justos. Un justo es una persona a quien Dios no ve más en su antigua vida de pecados, y que ahora se parece a Dios mismo. ¡Qué cambio! Entendemos muy bien que con esto se descarta cualquier alabanza para nosotros mismos. Todo salió de Dios y Él lo efectuó todo. Lo único que teníamos que hacer y lo único que podíamos hacer era creer. Por la fe, (o sea, creyendo) y no por nuestras propias obras, hemos recibido la salvación, el perdón de nuestros pecados y la justificación.

Cualquier ser humano, sea judío o no (v. 29), solo puede ser justificado por la fe.

¡Qué amor de Dios!
¡Qué grande es su gracia!
¡Qué maravillosa es la Persona que hizo todo esto, el Hijo de Dios!

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén
(Apocalipsis 1:5-6).