La salvación

La Biblia responde a sus argumentos y dudas

Dudas de muchas personas

¿Estoy verdaderamente perdido?

¿Se ha visto usted como un pecador perdido en camino al juicio y al infierno? Por favor, hágale frente a esta pregunta honestamente. ¿Está usted salvado o perdido? Si tuviera que encontrarse con Dios dentro de un minuto, ¿estaría listo, o todavía alega alguna de esas excusas para no ser salvo? La rectitud y justicia de Dios demandan pago por sus pecados. Pero Cristo “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Tome el lugar de pecador perdido, aprópiese del Salvador de los pecadores como su propio Sustituto y Salvador personal, y será salvo eternamente.

¿Cómo ser salvo?

Dios dijo que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) y que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Entonces ¿cómo puede salvarse uno? La respuesta es que Cristo “se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6). Jesús “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24). Dios “al que no conoció pecado (Jesús), por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). La justicia de Dios está satisfecha, no con lo que usted ha hecho, sino con lo que Cristo hizo por usted. Teniendo como base la obra que el Señor Jesús cumplió en la cruz, Dios le ruega que acepte su salvación gratuita, completa y presente, antes de que sea demasiado tarde.

Eso de solo creer… ¡parece demasiado fácil!

La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Por este sencillo medio, Dios permite que incluso el niño, el que no tiene mucho discernimiento o hasta el moribundo puedan ser salvos. Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Gracias a Dios, quien nos proveyó de un medio «fácil» para ser salvos. No fue «fácil» para el Señor Jesús ir a la cruz y ser hecho pecado por nosotros, ser abandonado por Dios en el mismo momento de su humillación y agonía. No era «fácil» para él cuando fue herido “por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados” (Isaías 53:5). Piense en todo lo que él hizo para que nosotros pudiéramos ser salvos fácilmente, Aquel que era santo, sin mancha y para quien el pecado era tan repulsivo. ¿Quiere simplemente creer (o confiar) en Jesús como su Salvador? Es la única forma de ser salvo. “Al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5).

Siempre he creído en Jesús; pero no puedo decir que soy salvo

Hay una gran diferencia entre creer acerca de Jesucristo y verdaderamente creer en Él.

Aun creer que Él murió en la cruz por los pecadores no lo salvará. Debe creer que murió por usted –por sus pecados– y aceptarlo como su Salvador personal. Una historia ilustra la diferencia:

Un famoso equilibrista caminó sobre un cable que atravesaba un profundo cañón. Su ayudante se subió a una carretilla especial y el equilibrista cruzó dos veces el cañón empujándola. Miles vieron la hazaña, pero cuando el equilibrista pidió que alguno de los espectadores tomara sitio en la carretilla para dar un paseo a través del precipicio, ¡nadie se ofreció! Todos creían que el equilibrista lo podía hacer, porque lo acababan de ver; pero ninguno creía lo suficiente como para poner su vida por completo en las manos de otro. ¿Cree usted en Jesús lo suficiente como para entregarle su vida? ¿Cree que Él es absolutamente capaz de salvarle? ¡No piense en su fe propia, sino en el Señor Jesús!

¿No tengo que orar para ser salvo?

En ninguna parte de la Biblia se nos dice que la gente se salva por orar mucho, sino simplemente por tener fe en la obra que el Señor Jesucristo cumplió. Usted no necesita suplicarle al Señor que lo salve. Él es quien está rogándole que acepte la salvación (2 Corintios 5:20; Apocalipsis 3:20). En lugar de continuar orando por la salvación, tómela simplemente, aprópiese de ella por la fe, acéptela como un regalo. “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

“El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Si cumplo con mi parte, ¿no hará Dios la suya?

Un cristiano dijo que le fueron necesarios 42 años para aprender tres verdades:

  • Que él no podía hacer nada para salvarse.
  • Que Dios no le pedía que hiciera algo.
  • Que el Señor Jesucristo lo hizo todo.

Si usted aprende estas tres lecciones, no volverá a hablar de todos sus intentos. Su «parte» solo es admitir que es un pecador perdido e inútil, que no puede hacer nada para salvarse, y creer que Jesús hizo todo lo que era necesario para ello, es decir, que Él pagó el precio del rescate con su propia sangre. Tan pronto como usted deje de tratar de salvarse por sus obras y crea en el Señor Jesús como su Salvador, usted se convertirá en hijo de Dios, en coheredero de la gloria, heredero junto con Jesucristo (Romanos 8:14-17).

Soy demasiado pecador para ser salvo

No cabe duda de que usted es un gran pecador, y quizás incluso peor de lo que se imagina. Dios todo lo sabe con respecto a usted. Desde su niñez, cuidó de usted y le amó más que lo hacen los propios padres. A pesar de su pecado, Dios tiene los brazos abiertos para acogerle. A semejanza del padre, quien recibió a su hijo perdido tal como era, en harapos, miseria y pobreza, a usted Dios quiere salvarle ahora. Tome el lugar del pecador y clame al salvador, quien dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). En 1 Timoteo 1:15, Pablo dijo que él era el pecador más grande pero “que Cristo Jesús vino al mundo para salvar al los pecadores”. De modo que usted, pese a ser un gran pecador, no está fuera del alcance del perdón de Dios. Al creer en Aquel que murió por usted, recibirá el completo y libre perdón de todos sus pecados (Juan 6:47).

¿Puedo estar seguro de que Dios me salvará?

Cuando un hombre le preguntó al apóstol Pablo qué debía hacer para ser salvo, Pablo contestó: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Dios no miente. De modo que usted puede tener absoluta seguridad de que Dios quiere salvarlo eternamente. El apóstol Juan dice en 1 Juan 2:12: “Os escribo a vosotros… porque vuestros pecados os han sido perdonados”. También dice: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida” (1 Juan 3:14). Cada pecador que cree en el Señor Jesús tiene obligación de creer que es salvo. En verdad, el que dudara de la palabra del Dios viviente sería muy presuntuoso. Jesús “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25).

¿Puedo ser salvo ahora mismo?

¿Cuánto tiempo tarda usted en creer lo que alguien le dice? Un momento es suficiente, ¿verdad? A lo largo del Nuevo Testamento se puede comprobar que las personas que creyeron, inmediatamente fueron salvas. Antaño, a causa de sus pecados, los israelitas se estaban muriendo de mordeduras de serpientes. Dios ordenó que levantaran una serpiente de bronce y les dijo que con solo mirarla serían sanados. ¿Cuánto tiempo hacía falta para que un israelita fuera curado? Nada más mirar la serpiente de bronce e inmediatamente se curaba (Números 21:5-9; Juan 3:14-15). La salvación no es un proceso largo y lento. ¡Es inmediata!

No creo que me haya arrepentido lo suficiente

La Biblia dice que, a no ser que nos arrepintamos, pereceremos (Lucas 13:3). ¿Significa esto que usted debe alcanzar cierto grado de arrepentimiento para ser perdonado?

Arrepentimiento no solo quiere decir afligirse por los pecados, sino también cambiar por completo su forma de pensar. Es probable que este cambio produzca remordimiento; pero aflicción y arrepentimiento son dos cosas muy diferentes. Dios le pide que se arrepienta, abandone todas las ideas equivocadas y crea lo que Él dice. Tal vez usted piense que tiene que afligirse mucho por sus pecados o sentir un gran cambio antes de poder ser salvo. Cierto es que hace falta un arrepentimiento sincero. Pero, luego, confíe en Cristo como su Salvador y crea que tiene vida eterna (Juan 5:24).

No puedo amar a Dios

Para lograr el perdón de sus pecados, algunas personas se esfuerzan mucho en amar a Dios. Sin embargo, se dan cuenta de que realmente no pueden. La Biblia dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación (sacrificio que Jesús hizo para satisfacer la justicia divina) por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Después de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, lo amaremos por todo lo que él ha hecho por nosotros; pero hasta que seamos salvos no lo podemos amar. Somos salvos creyendo en Cristo (Efesios 2:8) y no tratando de amar a Dios.

Mis pecados no me preocupan lo suficiente

Muchas personas, cuando ven que son culpables delante de Dios, se ocupan de lo que sienten. Sin embargo, la salvación no depende de lo que uno sienta. No tenemos que «sentir» nada para ser salvos. Deje de pensar en su inquietud. Más bien pregúntese: ¿Quiere Dios salvarme ahora? Una y otra vez Dios declara en la Biblia que no quiere que usted perezca, sino que sea salvo eternamente (vea Ezequiel 33:11 y 1 Timoteo 2:4-6). Piense en el maravilloso amor de Dios hacia usted, demostrado por el don de su Hijo único. Confíe en Jesús ahora mismo porque “he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). Solo conseguirá la salvación en virtud de lo que él hizo y sufrió.

Si fuera cristiano, fracasaría

Muchas personas tratan de ser cristianas, pero fracasan. Empiezan muy contentas; después, sus sentimientos de alegría y su resolución de «ser buenas» ambos fracasan. Si usted hace semejante experiencia, está ensillando antes de tener caballo. Lo que Dios le pide ahora es que crea en el Señor Jesús. En el momento en que lo haga, tendrá vida eterna (Juan 3:16) y la seguridad de que nunca perecerá (Juan 10:28). Luego, Dios le dará el poder para continuar. Él es el único “poderoso para guardaros sin caída” (Judas 24). El dice al cristiano: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Cuando alguien acepta a Cristo como su Salvador, la persona divina del Espíritu Santo viene a vivir en él. De modo que “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Este es el poder para no fracasar como cristiano.

¿No es un atrevimiento decir que uno es salvo?

¿Cree a Dios? Él dice por medio del apóstol Juan: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios (Jesús), para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13). En lugar de ser presunción o jactancia creer lo que Dios dice, es un gran pecado dudar de su Santa Palabra. Dios dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36), de modo que si usted no puede afirmar con toda seguridad que es salvo, en realidad, es porque no cree en Él. “El que no cree, a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo” (1 Juan 5:10, 11). ¡Crea, pues, y sea salvo!

¿Cómo voy a Cristo?

¿Qué quiere decir «ir a Cristo»? ¿Cómo lo hago? Bueno, no podemos ir a Cristo físicamente, pero podemos ir a Él con nuestra mente y corazón (con lo más íntimo de nuestro ser). En otras palabras, tenemos que creer y entregarnos en completa sumisión a Jesús como nuestro Señor, nuestro Dueño y Jefe. Es algo fácil con tal que uno esté dispuesto a hacerlo. Usted puede ir a Jesús ahora mismo, dondequiera que esté y sea cual fuere su condición física. Crea en el amor y la muerte de Jesús por usted. Luego, a la luz de la Palabra de Dios, sabrá que es salvo, que tiene vida eterna y nunca morirá eternamente (Juan 5:24).

¿Puedo estar completamente seguro de que tengo la vida eterna?

Es posible que una persona salva no sienta que tiene la vida eterna. Aun después de ser salvos, debemos cuidar que no nos desvíen nuestros sentimientos y pensamientos. Satanás es quien provoca dudas en nosotros. Pero podemos confiar en la realidad de la salvación de Dios.

Supongamos que a usted se le condene por un crimen y pueda escoger entre una larga condena en la cárcel o una multa que jamás podría pagar. Pero un amigo paga el dinero y le trae el recibo. Usted ya no tendrá que temer la cárcel, no como resultado de sus sentimientos, sino porque se ha pagado el rescate. No es necesario que lo comprenda todo para ser una persona libre.

Dios en su palabra le dice que Cristo se dio a sí mismo como rescate por usted (1 Timoteo 2:6), de modo que tiene vida eterna en virtud de lo que Cristo hizo por usted. Esa salvación no depende, pues, de sus sentimientos, sino de la obra de Cristo.

No me siento salvo

Nunca se nos pide que «nos sintamos salvos», sino solo que creamos en la Palabra de Dios. Nuestros pecados serán perdonados una vez que confiemos en Cristo como nuestro Salvador. En el ejemplo anterior del hombre por el que alguien pagó una gran suma de dinero, aquél no sintió que se había pagado la deuda. Lo sabía porque tenía el recibo y eso le alegraba. Pero no fue el sentirse contento lo que le resolvió el problema, sino solo el pago de la deuda.

De la misma forma, nos sentimos felices porque hemos confiado en Cristo y sabemos que somos salvos. Nuestros sentimientos se basan en el hecho de nuestra salvación. Un cristiano acostumbraba decir: «Sentimientos, sentimientos… ¡No se preocupe por lo que siente! Yo solo me adhiero con todas mis fuerzas a la verdad de que Cristo murió por mí y es mi seguridad hasta la eternidad. Dios dice que soy salvo, de modo que tiene que ser verdad». ¡Esto es fe!