Rut alcanza el reposo
Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado
(Apocalipsis 19:7).
En el último capítulo, vemos cómo Booz obra en favor de Rut. En este trabajo, Rut no tiene ninguna participación. Booz está solo cuando sube “a la puerta” (cap. 4:1). La puerta de una ciudad era el lugar donde se ejercitaba el juicio. En realidad, la justicia debe ser satisfecha antes de que Rut pueda ser bendecida o el propósito de Booz llevado a cabo. En la puerta, Booz responde a todo y soluciona lo que hubiese podido ser un obstáculo. Diez testigos son convocados. Les pide sentarse, pues no tienen otra cosa que hacer sino verificar la incapacidad del pariente “más cercano” (cap. 3:12; 4:2, 4), y tomar nota de que sus derechos son plenamente reconocidos y satisfechos. Vemos en esto una figura de la obra poderosa de nuestro gran Redentor, el que subió solo “a la puerta”, el lugar del juicio. Allí, sobre la cruz, arregló todo problema entre el creyente y Dios. Allí también demostró plenamente la incapacidad de la ley para responder a nuestra situación, pero sin dejar de reconocer y de satisfacer sus justas exigencias.
Así, una vez removido todo obstáculo, llega finalmente el día de las bodas en el cual “Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer” (v. 13). “Y dijeron todos los del pueblo que estaban a la puerta con los ancianos: Testigos somos”. Son testigos de la bendición de Rut, pero atribuyen el poder y la gloria a Booz: “Tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén” (v. 11).
Este final feliz de la historia de Rut constituye una hermosa figura de ese gran día en vista del cual la Iglesia fue desposada a Cristo (2 Corintios 11:2), y el cual aún aguardamos; día del que leemos: “Han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7). Contemplando esta visión, el profeta Juan oye de nuevo, si podemos decirlo así, la voz de “todos los del pueblo que estaban a la puerta con los ancianos” elevarse en alabanzas, aunque esta ahora se haya amplificado en un himno de un poder infinito, ya que Juan oye “como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria” (Apocalipsis 19:6-7).
El día de las bodas del Cordero será la gran respuesta a la obra de la redención. La gloria responde a la cruz. Ese día, la Esposa será infinitamente bendecida, pero el poder y el honor serán para el Cordero. Toda la gloria será para Él; más aún, el Señor Jesús verá en ese día
El fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho
(Isaías 53:11).
Nosotros también veremos su rostro en justicia, y estaremos satisfechos cuando despertemos a su semejanza (véase Salmo 17:15).