El centro divino de reunión
Hemos considerado la base divina para reunirse. Hablaremos ahora del centro divino alrededor del cual se reúne la Asamblea de Dios. ¿Alrededor de cuál centro o punto deberían reunirse los creyentes? ¿Cuál centro conviene a “la Iglesia del Dios viviente” cuya cabeza es el Cristo en la gloria?
Se han erigido muchos centros alrededor de los cuales se reúne la gente. Casi toda idea nueva llega a convertirse en centro o punto de reunión para algún nuevo grupo religioso. Por lo tanto, conviene escudriñar las Escrituras para adquirir convicciones divinamente formadas en cuanto al centro de reunión establecido por Dios para su pueblo.
“En mi nombre”
Recurramos a Mateo 18, donde el Señor menciona por segunda vez a la Iglesia. Su formación era todavía futura, pero aquí Él estableció grandes principios para su Iglesia en cuanto a disciplina y reunión. Prometió ratificar en el cielo las decisiones de la Iglesia tomadas en Su nombre y concederle cualquier cosa pedida de común acuerdo, aunque solo fuese por dos de los suyos. Luego el Señor dio la gran razón de todo esto en esas palabras sublimes de la promesa gloriosa del versículo 20:
Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Aquí tenemos lo que se ha llamado la Carta Magna de la Iglesia, que garantiza sus derechos y privilegios. Así se presenta el único centro divino de reunión para la Iglesia de Dios. “Congregados en mi nombre”: este es el punto de reunión ordenado por Dios a sus hijos. Él quiere que se congreguen en torno al digno nombre de su Hijo amado, el nombre de nuestro Señor y Salvador, el nombre que es sobre todo nombre. Ningún otro nombre serviría y no podría haber otro centro sino Cristo para los que lo aman de veras y desean serle leales. A los que así se reúnen únicamente en torno a Su nombre, sean dos o tres o doscientos o trescientos, les es concedida Su bendita presencia: “Allí estoy yo en medio de ellos”. Él está presente en persona y toma su lugar en el centro de la asamblea así congregada. Este también es el sitio que deberíamos darle, el lugar preeminente, el lugar ejecutivo y el de autoridad, el lugar central.
En Juan 20:19-26, cuando los discípulos estaban reunidos el primer día de la semana, vemos venir al Salvador resucitado, tomar su lugar en medio de ellos como su centro y decir: “Paz a vosotros”. Fue el primer cumplimiento de su promesa en cuanto a estar en medio de los suyos, congregados en Su nombre. A través de los siglos desde aquel día, multitud de personas han experimentado esa presencia.
Una persona viviente
En años posteriores, Pedro escribió a los creyentes acerca del Señor Jesucristo y dijo:
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa
(1 Pedro 2:4).
Y Pablo escribió a los cristianos hebreos diciendo: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio” (Hebreos 13:13).
En el primer siglo, el pueblo de Dios se congregaba alrededor de la persona de un Cristo viviente, y hoy debería seguir congregándose alrededor de Él. No debe ser alrededor de una doctrina, por verdadera que sea; tampoco alrededor de una ordenanza, por importante que se juzgue, ni alrededor de un predicador, por piadoso que sea. La Iglesia ha de congregarse alrededor de una Persona viviente y divina.
No dice la Escritura: «Acercándoos a lo cual», sino “Acercándoos a él”. No nos acercamos a una cosa, a una organización, ni a un conductor humano, sino a una Persona divina: nuestro Señor y Salvador.
El Espíritu Santo nos guía solamente a Jesús y a su nombre precioso y no a los nombres de hombres, ni a organizaciones cristianas. La Palabra declara: “El que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11:23). El que conduce almas a otro nombre distinto del de Cristo está desparramando y no recogiendo. Cuando se introducen otros nombres, además de aquel nombre bendito, las ovejas de Cristo son desparramadas. Congregarse al solo nombre de Cristo, alrededor de su persona bendita es, pues, otra gran característica del aspecto local de la Iglesia de Dios. Donde esta característica no es hallada, la Iglesia del Dios viviente no puede estar.
No negando Su nombre
Resulta, por lo tanto, que si nos congregamos de veras en el nombre y la persona de Cristo, no alzaremos como estandarte otros nombres bajo los cuales adherirnos y ser registrados. Tampoco nos llamaremos con nombres tal como se hace en la mayoría de las denominaciones. Los que se congregan al precioso nombre de Cristo renunciarán a todo nombre que tome el lugar de aquel dignísimo nombre y lo deshonre. Se llamarán solamente con el nombre de cristianos o con aquellos nombres, mencionados en las Escrituras para referirse a los que pertenecen a Cristo.
El hecho de llamarnos por los nombres de hombres y denominaciones es negar Su nombre adorable y entristecer a nuestro Señor y Salvador. A la iglesia de Filadelfia, Cristo podía decir:
No has negado mi nombre
(Apocalipsis 3:8).
Esto nos hace notar cómo Él aprecia nuestra lealtad a su nombre. Si mantenemos otros nombres, además de su admirable nombre o de los nombres que nos ha dado en su Palabra, y si nos congregamos bajo tales nombres, entonces no nos congregamos verdaderamente en el bendito nombre del Señor. Santiago 2:7 habla del “buen nombre” que fue invocado sobre nosotros. ¿Lo reemplazaremos por otro nombre? ¡No lo permita Dios1 !
Cinco nombres nos son dados en la Biblia para describir al pueblo de Dios, los cuales encajan con todo creyente. Además, son nombres que unen en lugar de dividir: cristianos, creyentes, hermanos, santos, y discípulos. Son aplicables a todos los creyentes y no son nombres sectarios como los muchos adoptados hoy en día por cristianos nominales. Cuando los creyentes adoptan cualquier nombre que no incluye a todo verdadero creyente en Cristo, llegan a constituir una secta y se niega la verdad del Cuerpo único.
En verdad el nombre de Jesús es del todo suficiente para la Asamblea de Dios. Hay en ese nombre todo, no solo para nuestra salvación y nuestras necesidades individuales en el camino cristiano, sino también para todas las variadas necesidades de la Iglesia: provisiones para la adoración, la comunión, el ministerio, la disciplina… para todo.
Estimado lector, ¿es ese precioso nombre suficiente para usted como centro en torno al cual reunirse? ¿Se congrega usted hacia su digno nombre y su Persona adorable? Si no es así, ¿por qué?
- 1Nota del editor (N. del Ed.): Ninguna asamblea o grupo de asambleas puede otorgarse el término de «asamblea de Dios», «iglesia de Dios», «iglesia de Cristo» por ejemplo. Estos títulos designan el conjunto de los creyentes de la localidad.