La Iglesia del Dios viviente n°7

El día de la ruina

Fuera del campamento

Al final de la epístola a los Hebreos, después de exponer la plenitud de la persona de Cristo y de Su obra, el escritor inspirado formula una exhortación:

Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio (cap. 13:12-13).

Aquí tenemos otro principio importante para dirección del creyente preocupado seriamente por agradar al Señor.

El apóstol llama la atención del lector sobre el hecho de que Cristo fue crucificado fuera de la puerta de Jerusalén, centro del judaísmo. Por lo tanto, señala la responsabilidad del creyente en cuanto a salir a Él, el rechazado, fuera del campamento. Le llama a salir a Él para llevar Su vituperio. Pero, antes de considerar la porción bíblica citada más arriba, sería provechoso considerar el campamento de Israel y el ejemplo de Moisés al armar la tienda del tabernáculo fuera del campamento.

El idólatra campamento de Israel

En Éxodo 32, donde se habla del campamento de Israel, notamos que los israelitas remplazaron a Dios por la idolatría del becerro de oro hecho por Aarón. Dios, pues, se enojó y ejecutó juicio sobre el pueblo (v. 10, 27-28). Dios había reconocido el campamento como suyo y había morado en medio del pueblo; pero, cuando el becerro de fundición fue hecho y adorado, Dios no pudo más reconocer a los israelitas como pueblo suyo.

El hombre había echado mano de sus herramientas para fundir un dios y hacerse un altar para sí mismo. Se había establecido su propio día de fiesta y había sacrificado ofrendas. Hecho todo esto, él, el hombre desobediente, “se sentó a comer y a beber, y se levantó a regocijarse” (v. 4-6). El pueblo se había corrompido y por esta razón Dios no pudo reunirse con ellos en tal campamento en donde reinaba la idolatría.

En Éxodo 33 vemos que Moisés percibió lo que convenía a la santidad de Dios y cómo obró separado del campamento de Israel.

Y Moisés tomó el tabernáculo (tienda), y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento… Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés… Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero (v. 7-11).

Aquí tenemos un ejemplo de lo que significa la expresión salir “fuera del campamento”. Además, nos muestra cuán necesario es si queremos tener la presencia del Señor con nosotros en el día de la apostasía y del mal en el campamento. El Señor estaba fuera del campamento de Israel; por eso Moisés se separó él mismo del campamento y levantó la tienda (probablemente su propia tienda) fuera del campamento idólatra. Nótese que no sólo salió afuera del campamento de Israel sino “lejos” del campamento y llamó a la tienda Tabernáculo de Reunión.

Esta tienda entonces llegó a ser el centro de reunión para todos los que buscaban a Jehová. Salieron al Tabernáculo de Reunión, afuera del campamento contaminado por las prácticas idólatras del pueblo. Luego Dios puso su sello de aprobación sobre la acción de Moisés y la de algunos del pueblo y sobre este nuevo lugar de reunión. Este sello de aprobación fue la columna de nube (símbolo visible de la presencia de Dios) que descendió y se puso a la puerta de la tienda de reunión. También Dios manifestó su aprobación por el hecho de hablar allí con Moisés “cara a cara como habla cualquiera a su compañero” (v. 11).

Todo el pueblo en el campamento vio la columna de nube que estaba sobre la tienda de reunión y se levantó para adorar, cada uno a la puerta de su tienda. Esto mostraba que se daban cuenta de que el Señor no podía concederles más su presencia en el campamento contaminado y que Él reconocía su nuevo lugar de congregación fuera del campamento. Sin embargo, parece que la mayoría del pueblo falló en cuanto a su responsabilidad de separarse del campamento contaminado, por cuanto “se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba” (v. 10). No salieron a la tienda de reunión que estaba fuera del campamento, al lugar donde Jehová manifestaba su presencia mediante la columna de nube.

La aplicación de todo esto al estado actual de la cristiandad debería ser manifiesta al alma habituada a las cosas de Dios. Además de la exhortación directa de Hebreos 13:13 de salir a Cristo fuera del campamento, tenemos la declaración de Romanos 15:4: “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron”. Por ello sabemos que la actitud de Moisés y otros, al separarse de la idolatría y del mal en el campamento de Israel, le da al creyente un ejemplo. Le proporciona un principio que le sirva de guía para este día de ruina de la Iglesia profesante, es decir, de aquella que profesa ser cristiana.

Lo que se llama cristiandad ha venido a ser un campamento idólatra, muy parecido al campamento de Israel. Cristo ha sido remplazado y la idolatría se practica en una gran parte de la Iglesia profesante. El hombre ha tomado su cincel y ha labrado sus propios dioses. Ha elaborado sistemas de religión sin hacer caso del pensamiento de Dios expresado en las Escrituras. Y aun podemos agregar que los sistemas humanos virtualmente han puesto aparte el pensamiento y la autoridad de Cristo, así como la operación soberana del Espíritu Santo.

Toda forma de mala doctrina y corrupción moral puede encontrarse en lo que se llama la cristiandad. Ésta ha llegado a ser una «Babilonia» de confusión y perversidad. El capítulo 18 del Apocalipsis nos da un cuadro profético de esta Babilonia en su etapa final y su desarrollo repleto de maldad, y nos hace una descripción del juicio que Dios ejecutará sobre Babilonia.

Allí leemos: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible… Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados” (v. 2, 4).

Como Moisés en su época, tenemos que salir de este campamento idólatra y separarnos lejos de todos sus males y corrupciones. He aquí lo que debemos hacer si queremos ganar la aprobación de Dios y gozar de su presencia con nosotros. ¡Cuán triste es ver a tantos creyentes verdaderos que se adhieren a los variados sistemas que hay en el campamento corrupto de la cristiandad en vez de salir fuera del campamento! Hay muchos que, como en el Israel de entonces, adoran a la puerta de sus tiendas en el campamento apóstata del cual Cristo se ha apartado. Si éste fuera el caso de alguien que está leyendo estas líneas, le rogamos que escuche la voz de Dios que clama: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados”.

El campamento del judaísmo

Ahora vamos a considerar este campamento del cual el apóstol habla a los creyentes hebreos (Hebreos 13:13). Les exhorta a que salgan a Jesucristo, quien sufrió fuera de la puerta como la verdadera ofrenda por el pecado. El escritor inspirado muestra que Cristo está fuera del apóstata campamento religioso del judaísmo. Por lo tanto, los que le aman deben salir “a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”.

Tres veces la gloria de Dios estuvo fuera de Israel: primero, en el desierto, como lo hemos visto en Éxodo 33; segundo, en Jerusalén, en los días de Ezequiel (Ezequiel 10:18-19; 11:23); y tercero, en la crucifixión de Cristo, en quien la gloria de Dios se manifestó a la fe en la faz de Jesucristo (2 Corintios 4:6). Así es que los que quieren buscar al Señor y gozar de su presencia tienen que salir a Él, al lugar de rechazo y oprobio. Este lugar está allí donde el mundo religioso puso al Señor: fuera del campamento de ellos.

Sería bueno que averiguáramos algo más sobre la naturaleza del campamento del judaísmo, fuera del cual pusieron a Cristo. En Hebreos 9:1-10 tenemos una descripción de este campamento, de la cual recogemos las siguientes características:

1) Fue reconocido como “santuario terrenal”, un santuario de este mundo, con muebles y utensilios espléndidos (v. 1-2).

2) Hubo una parte interior de este santuario terrenal, llamada “el Lugar Santísimo”, con un velo que lo separaba del resto del santuario. Los sacerdotes entraban en la primera parte del tabernáculo para cumplir el servicio dedicado a Dios, pero en el Lugar Santísimo sólo el sumo sacerdote podía entrar, una vez al año, con sangre para expiación de sus propios pecados y de los pecados del pueblo (v. 3-7). Dios estaba, podríamos decir, encerrado, a la vez que el hombre quedaba afuera.

3) No hubo, pues, acceso libre a Dios bajo este sistema de adoración “dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo” (v. 8).

4) Hubo un sacerdocio ordenado, es decir, un orden sacerdotal, grupo muy distinto del pueblo, que se dedicaba al servicio del santuario y oficiaba entre el pueblo y Dios. El pueblo no tenía intervención directa en el servicio del santuario (v. 6).

5) El santuario terrenal con sus sacerdotes y sacrificios no podía dar a los adoradores una conciencia purificada ni hacerlos perfectos o completos delante de Dios (Hebreos 9:9; 10:1-3).

6) Fue un sistema de adoración ordenado por Dios para la nación de Israel en la carne y abarcó como adoradores a toda la nación en el campamento. No suponía ni exigía que los adoradores nacieran otra vez. Eran, por eso, una multitud mixta de creyentes e incrédulos reunidos sobre la base de la observancia de la ley para justicia (Hebreos 3-4).

7) Fue una religión terrenal, establecida en la tierra y propia para el hombre en la carne, sin ningún pensamiento de reproche en contra de ella (Gálatas 5:11; 6:12-13).

Lo antedicho es un breve bosquejo de los principales aspectos del campamento del judaísmo. Suplicamos al lector que tenga en cuenta dichos aspectos. En breve vamos a referirnos a ellos cuando consideremos las características contrastantes del verdadero cristianismo. Luego consideraremos la semejanza entre el campamento actual de la cristiandad y el del judaísmo.

Dios envió a su Hijo, el Mesías prometido, a este campamento del judaísmo. Pero su Hijo fue rechazado y muerto fuera de las puertas de la metrópoli judía, Jerusalén. La cruz de Cristo puso fin a todo eso y, a la vez, introdujo el nuevo pacto de gracia y de redención perfecta mediante el Señor Jesucristo. No obstante, Dios tuvo paciencia con la nación hasta que ésta dio muerte a pedradas a Esteban. Entonces Israel como nación quedó descartada por completo y el campamento judaico fue totalmente repudiado por Dios.

Pero los verdaderos creyentes en Cristo todavía se aferraban al judaísmo y algunos creyentes hebreos estaban en peligro de abandonar su profesión cristiana y volver a este campamento. Por eso, la epístola a los Hebreos fue escrita, unos treinta años después de la cruz, dirigiéndoles a la plenitud de las bendiciones que provienen de Cristo y su obra. La epístola a los Hebreos les exhortaba a que salieran al encuentro de Cristo fuera del campamento apóstata del judaísmo que Dios había rechazado. Éste es el lugar apropiado para la Iglesia, puesto que “el vino nuevo” del cristianismo no puede ponerse en los “odres viejos” del sistema legalista del campamento judaico (Lucas 5:37-38). No se puede seguir a Cristo y adorarle donde Él es rechazado.

El contraste del cristianismo con el judaísmo

Sobre el fundamento del solo sacrificio perfecto, completo y rescatador efectuado por Cristo en la cruz, Dios formó la Iglesia. La formó el día de Pentecostés mediante el descenso y bautismo del Espíritu Santo. Así instituyó el cristianismo en su carácter celestial, el carácter que Él reconoce y en el cual encuentra deleite. Estas características celestiales, como las encontramos en las Escrituras, son lo opuesto a las del campamento del judaísmo. Brevemente consignamos a continuación los puntos contrastantes del cristianismo. El lector puede comparar cada uno de estos siete puntos con los correspondientes incluidos en la sección anterior.

1) El santuario del cristiano está en el cielo, no en la tierra. Cristo se ha ido al cielo. Aparece en la presencia de Dios por nosotros como ministro del santuario celestial y del tabernáculo verdadero (Hebreos 8:2; 9:24).

2) El velo de entrada al Lugar Santísimo está rasgado y tenemos confianza para entrar por medio de la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que Él abrió a través de ese velo (Hebreos 10:19-20). Dios, en la persona de Cristo, ha salido del lugar santísimo hacia el hombre, y Cristo ha entrado a la presencia de Dios para el bien de los creyentes. Aun más, abrió un camino para que nosotros podamos entrar en el Lugar Santísimo también. Dentro del velo del santuario celestial está el lugar que pertenece a todo cristiano.

3) De esta forma hay completo acceso a Dios. “Por medio de él (Cristo) los unos y los otros (creyentes judíos y gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18).

4) Todo creyente en Cristo es sacerdote santo y real, con privilegios para ofrecer sacrificios espirituales a Dios. No hay ninguna clase especial de sacerdotes, distinta del pueblo, en el cristianismo novotestamentario (l Pedro 2:5, 9).

5) Por la sola ofrenda de Cristo, perfecta y completa, los creyentes tienen conciencias purificadas, son santificados y perfeccionados para siempre ante Dios. Se les asegura que Dios no se acordará más de sus pecados y transgresiones (Hebreos 9:14; 10:14-17).

6) La Iglesia de Cristo se compone de un pueblo que tiene una relación vital con Dios mediante el nuevo nacimiento. No abarca a nadie que sólo tenga una relación exterior con Dios mediante un nacimiento natural, como en el caso de Israel. Sólo los que han nacido “de nuevo” pertenecen a la Iglesia y pueden adorarle “en espíritu y en verdad” (Juan 3:3; 4:24). No hay mezcla de salvos e incrédulos en la adoración de la Iglesia verdadera.

7) El cristianismo es marcadamente celestial. “Nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20). No está adaptado, por lo tanto, al hombre en la carne sino que, por el contrario, constituye una locura para el hombre natural. Así es que la cruz y el rechazo de Cristo tienen una relación con la adoración cristiana verdadera, porque los creyentes pertenecen a un Cristo rechazado. “Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo” (Gálatas 6:12). La versión de Pratt (V. M.) lo expresa así: “Todos aquellos que quieren hacer una buena apariencia en la carne, los tales os compelen a ser circuncidados; solamente para no ser ellos perseguidos a causa de la cruz de Cristo”.

Tales son algunos de los aspectos principales del cristianismo novotestamentario en contraste con el campamento del judaísmo. El cristianismo verdadero, por lo tanto, no es un campamento religioso en la tierra, sino una agrupación de creyentes, unidos a Cristo, su Cabeza glorificada en el cielo. Los creyentes deben salir hacia Él afuera del campamento de la religión terrenal.

El campamento de la cristiandad

Hemos señalado las características y la posición del cristianismo verdadero. Éstas fueron manifestadas en la Iglesia en los tiempos de los apóstoles, tal como se puede verlo claramente a través del estudio del Nuevo Testamento. Pero un vistazo a la historia de la Iglesia profesante, desde entonces hasta ahora, revela un hecho triste. Perdió rápidamente su carácter celestial y los aspectos que la distinguían en su correcta posición cristiana.

Lo que llevaba el nombre de cristianismo e Iglesia (lo que podemos llamar cristiandad), pronto echó raíces en la tierra y llegó a ser una mezcla de judaísmo y cristianismo. La Iglesia pronto adoptó los principios del judaísmo –una religión según los deseos del hombre no regenerado en la carne– mezclados con un poco de la verdad del cristianismo. La cristiandad, pues, pronto vino a ser un campamento religioso en la tierra, parecido al campamento idólatra de Israel en los días de Moisés y al apóstata campamento del judaísmo.

Recuérdense las características principales del judaísmo y nótese cómo coinciden más o menos con las cualidades vistas en los sistemas religiosos de la cristiandad. Algunas de estas particularidades son las siguientes:

1) Tienen un santuario terrenal majestuoso, con muebles y vasos, todo esto agradable a la vista humana.

2) Hay un lugar sagrado interior, separado con barandilla, ocupado sólo por el sacerdote o el ministro oficiante.

3) No hay acceso directo y libre a Dios. Dios está a lo lejos y se dirige a Él como al “Dios Todopoderoso”, “Dios Altísimo”, etc. pero raras veces como “Abba, Padre”, que es el clamor de adopción del verdadero hijo de Dios (Gálatas 4:6). Así es cómo se manifiesta la posición de lejanía que es característica del sistema judío.

4) Hay una casta sacerdotal exclusiva y creada por ordenación. Estos ministros sirven, generalmente, bajo la autoridad de jerarcas de alto rango y se mantienen entre Dios y el pueblo, formando una división entre los así llamados «laicos» y «clérigos». De esta manera la organización humana desecha la dirección del Espíritu Santo.

5) Otra característica de los sistemas religiosos de hoy día es que, en general, no saben qué es una conciencia limpia, ni tienen conocimiento del perdón de pecados o de la aceptación delante de Dios. En efecto, la mayoría de los que pertenecen a la cristiandad acusan de presunción al hecho de decir que uno es salvo y está seguro de ir al cielo.

6) Creyentes y no creyentes de corazón, convertidos y no regenerados, se reúnen como adoradores sobre el terreno de las obras y de la observancia de la ley para lograr la salvación.

7) Estos sistemas reconocen al hombre en la carne, gustan al hombre en la carne y están constituidos en tal forma que abarcan a los hombres en la carne. De ahí que tales sistemas no incomoden al hombre natural ni le hagan sentir el oprobio de Cristo o la necesidad de llevar Su cruz.

Tales son las características de la cristiandad, la que es en realidad un campamento religioso tan apóstata como lo fue el judaísmo, y tal vez más. Por consiguiente, los creyentes de esta dispensación de la gracia son llamados a salir de los sistemas religiosos de la cristiandad, o sea el campamento, e ir a Cristo, el verdadero centro de reunión.

En cuanto a lo que constituye el campamento, S. Ridout bien ha dicho: «Es cualquier cosa en donde Cristo está solo nominalmente, pero no en realidad, entronizado como el Supremo. No me importa cuán antigua sea la autoridad… dondequiera que haya una organización humana que excluye a Cristo, que no esté de conformidad con la Palabra de Dios, tal como la tenemos en el Nuevo Testamento, allí tiene usted el mismo campamento del que venimos hablando. Sobre todo, el campamento está en cualquier parte donde Cristo no tenga directa e inmediatamente el control absoluto mediante su Palabra y su Espíritu».

El campamento, fuera del cual Dios exhorta a los creyentes de hoy día a que salgan, es la cristiandad en la que los hombres han establecido principios judíos bajo un disfraz de gracia. Hay que salir de cualquier sistema en el cual la autoridad del hombre se establece y engendra el repudio práctico de la autoridad de Cristo. (Esto sucede dondequiera que se reconozca un clero que establece distinción con los laicos en su conjunto). El campamento es un sistema de religión terrestre o carnal establecido por el hombre. Es un lugar donde Dios es deshonrado y su Palabra descartada y donde al hombre se le da un lugar dentro del cual puede hacer todo lo que le place.

Confiamos en que estas observaciones ayudarán a los lectores a entender mejor: primero, lo que es el campamento en nuestros tiempos, y luego, lo que quieren decir las palabras de Hebreos 13:13: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”. Dios quiera que cada uno que entienda esto sea vigorizado por el Espíritu Santo, a fin de actuar según este precepto divino. Sólo en separación de todo lo que desplaza y deshonra a Cristo podemos gozarnos de su dulce presencia y adorarle en espíritu y en verdad. Estar fuera del campamento con Cristo en su rechazo aquí abajo, se corresponde con nuestra porción junto a Él en lo alto. Para entrar de verdad dentro del velo como adoradores, tenemos que salir con Cristo del campamento aquí en la tierra. Éste es un principio grande y necesario para guiar al creyente en el día de la ruina y del desorden de la Iglesia.

Salgamos a Él

Deseamos poner de relieve que el acto de salir a Cristo es el lado positivo de esta separación del campamento. Este aspecto debe ser el verdadero motivo y el fin de nuestra separación del campamento. Sólo esto le sostendrá a uno en la senda negativa de separación con sus pruebas y angustias. Cristo, en todas sus bellezas, glorias y suficiencia debe ser la meta del corazón. Debe ser el deseo del alma y el fin personal en razón del cual se hace necesaria nuestra separación de los sistemas que no le dan el puesto que sólo a Él le corresponde. Por eso el escritor de Hebreos presenta, a través de toda la epístola, las glorias y la suficiencia cabal de Cristo y su obra. Entonces, en su último capítulo, el escritor exhorta a los lectores a separarse del campamento del judaísmo.

El alma debe anhelar a Cristo y desear andar con Él y estar bajo su dirección y bajo el control del Espíritu Santo. De otra manera, la separación resultará insuficiente para seguir a Cristo fuera del campamento. Uno que no hace más que separarse de un sistema religioso por causa de los males que hay en él, bien puede formar otro sistema, o tomar parte en un sistema que tuviera más verdad y santidad; no obstante, éste seguirá siendo un sistema en el cual Cristo no es el centro de reunión. Tampoco será un lugar en el cual se da a Cristo la autoridad suprema mediante la sumisión a la acción no limitada del Espíritu Santo. Por eso el creyente que está en busca de algo mejor todavía pertenece al campamento de la cristiandad, aunque tal vez se encuentre en las afueras de él. Como Moisés, debemos levantar nuestra tienda “lejos del campamento” (Éxodo 33:7, V. M.) y reunirnos completamente en torno a Cristo. Ojalá el lector y el autor de estas líneas lleguen a saber más acerca de este lugar bendito con Cristo fuera del campamento.