Cristo, de quien David es figura, entona aquí la alabanza (ver el título del salmo), la cual, en estos últimos salmos, se extenderá a toda la creación (comp. Salmo 22:25…). Y con él podemos cantar: “Te exaltaré, mi Dios… cada día te bendeciré… para siempre”. Grande es Jehová, de una grandeza inescrutable (v. 3). Sus hechos son poderosos (v. 4, 12), maravillosos (v. 5) y terribles (v. 6, V. M.). Grande (v. 7-8) y universal (v. 9) es su bondad; se proclamará la memoria de ella. Se hablará de su poder y se cantará su justicia. Pero una de sus glorias que particularmente nos resulta preciosa es su gracia (v. 8).
La gracia nos trae la salvación. Los versículos 14 a 20 enumeran diversas manifestaciones. El Señor sostiene (Salmo 37:24)…, levanta (Salmo 146:8)…, da la comida y sacia (Salmo 107:9)…, está cercano a los que le invocan (Salmo 34:17-18)…, cumple el deseo de los que le temen, oye su clamor, los guarda y salva a los que le aman. Sí,
De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia
(Juan 1:16).
Y todos los verbos conjugados en primera persona del futuro: “Te exaltaré…, bendeciré…, alabaré…, meditaré…, publicaré…” son la justa respuesta del redimido ante la propagación de esta gloria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"