“Dios es luz” (1 Juan 1:5). “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia…” (leer Hebreos 4:13). ¡Qué cosa aterradora para un pecador es sentir esa santa mirada constantemente puesta en él, poniendo al desnudo sus más íntimos pensamientos y descubriendo sus más secretos motivos! Tiene una sola idea: huir de ese terrible haz de luz. Mas este hurga en las tinieblas en las cuales el pecador busca esconderse (v. 11), le alcanza al extremo del mundo, remonta su lejano pasado… (Génesis 3:8; Juan 3:19).
Por lo tanto, es una locura pensar que se puede escapar de Dios. Y es otra más intentar sustraerse… a Aquel que quiere asegurar nuestra felicidad. Cuando usted está enfermo, no se le ocurre ocultarle al médico el menor de los síntomas de su mal. Usted sabe bien que, para curarse, es de su interés decirle todo lo que siente. ¿Por qué obrar de otro modo cuando Dios quiere salvar su alma o liberarle de su pecado? Confiésele todos los aspectos del mal que le socava. Deje que Su luz escudriñe su conciencia. Que su oración sea la de los versículos 23 y 24: ¡“Examíname, oh Dios” y examíname más todavía! Pon todo en orden en mi vida. No me dejes meterme en un “camino de perversidad”. Mas “guíame en el camino eterno”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"