Este hermoso cántico evoca el día en que el rey David hizo subir el arca a Jerusalén (2 Samuel 6:17). Más tarde, cuando tuvo lugar la dedicación del templo, Salomón terminó su oración con los versículos 8 a 10 (véase 2 Crónicas 6:41-42). Proféticamente, este salmo corresponde a la introducción del reinado milenario. Dios entrará en su reposo (v. 14); el mundo entero será bendecido y se regocijará (v. 15-16); Cristo, el verdadero Hijo de David, recibirá la corona universal (v. 17-18). Las incondicionales promesas de Dios se cumplirán en Él, por medio de Él y para Él.
Pero, notémoslo bien, ellas son la consecuencia de “toda su aflicción” (v. 1; comp. 1 Crónicas 22:14; David es una figura de Cristo, Rey rechazado, en tanto que Salomón representa al Mesías en su gloria). Cristo será así exaltado porque padeció, y la tierra gozará del reposo de Dios porque Cristo experimentó aquí abajo el doloroso trabajo de su alma.
Acerquemos respectivamente los versículos 2 y 11; 5 y 13; 8 y 14; 9 y 16; 10 y 17-18. Comprobaremos que ese fiel que se preocupó por la gloria de Dios obtiene, punto por punto, contestaciones que superan todas sus esperanzas. Tiene relación con
Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos
(Efesios 3:20).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"