El primer versículo del Salmo 133 siempre tendría que hallar su aplicación en la Asamblea y en nuestras familias. ¿Es así en nuestro caso? Cuando los hermanos habitan juntos en armonía, es una cosa buena y deliciosa para ellos mismos, pero ante todo para el corazón del Padre. Los miembros de la familia de Dios están unidos entre sí porque están ligados a una misma Persona: Cristo; forman como el borde de su vestido, a saber, lo que es visible de Él aquí abajo (comp. con Éxodo 28:33-34). Él está arriba, verdadero Aarón, Sumo Sacerdote; pero dio su Espíritu, el que, “como el buen óleo”, desciende sobre los hermanos reunidos allí donde Dios ordenó la bendición eterna (v. 3; Hechos 2:33; Efesios 4:2-4).
Con el Salmo 134, último cántico gradual, los redimidos del pueblo terrenal han llegado a la más elevada de las quince gradas figuradas por otros tantos cánticos. Han alcanzado la meta ardientemente deseada; han franqueado las puertas de Jerusalén (Salmo 122:1-2); se hallan en la casa de Jehová.
Pronto los rescatados del Señor alcanzarán su celestial meta: la casa del Padre. Pero “allí no habrá noche” (Apocalipsis 21:25) y ninguna exhortación a la alabanza será necesaria entonces. Esta surgirá espontáneamente de todos nuestros corazones cuando veamos a Jesús cara a cara.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"