Los capítulos 36 a 39 intercalan entre las dos grandes divisiones proféticas del libro de Isaías un episodio histórico. Se trata del relato que conocemos por medio de 2 Reyes 18:13 a 20:21 y por 2 Crónicas 32. Dios nos lo da una tercera vez como una viviente ilustración: por una parte, la confianza en Él; por otra, sus misericordiosas respuestas a esa confianza. Inesperada en ese lugar del libro, esta hermosa historia de Ezequías está destinada a fortalecer “las manos cansadas” y afirmar “las rodillas endebles” (cap. 35:3). Por último, es una figura de la situación en la cual se hallará el remanente de Israel cuando ocurra la invasión asiria.
El enemigo, quien había sido vencedor hasta entonces, se presenta “junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador”, en el mismo lugar donde el profeta y su hijo Sear-jasub habían sido enviados al encuentro de Acaz con un mensaje de gracia cuando tuvo lugar la invasión de Rezín, rey de Siria. Ante las provocaciones del nuevo invasor, Ezequías puede acordarse de la promesa hecha a su padre en ese mismo lugar: “Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón…” (Isaías 7:3-4).
“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre del Señor nuestro Dios tendremos memoria” (Salmo 20:7). “Bienaventurados todos los que en él confían” (Salmo 1:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"