El capítulo 8 terminaba con “tinieblas”. Israel andaba en ellas como ciego y a tientas (v. 2). Pero, he aquí que, ante sus pasos, va a resplandecer “una gran luz”. La cita de este pasaje, hecha por el Señor en Mateo 4:15-16, nos transporta al tiempo del Evangelio para ver brillar en él a Aquel que es:
La luz del mundo
(Juan 9:5).
Y es en esa Galilea menospreciada (pero cuán privilegiada) que Jesús cumplió la mayor parte de su ministerio. Lo vemos en la costa del lago con sus discípulos y el gentío. Capernaum, en particular, fue “levantada hasta el cielo” por la presencia del Hijo de Dios en medio de ella (Mateo 11:23). No obstante, la luz verdadera no es solo para una región o para un pueblo, sino que “alumbra a todo hombre”. Por desdicha, “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 1:9; 3:19). Nuestros versículos pasan por alto el tiempo del rechazamiento del Señor y todo el período actual de la Iglesia, la cual nunca se menciona en los profetas. Nos muestran de golpe el gozo de Israel (v. 3) en el momento en que, después de siglos de oscuridad, se levantará el glorioso Sol de Justicia para el reino milenial (comp. cap. 60:1, 19-20). El hermoso versículo 6 nos revela algunos de los nombres que se atribuyen al Hijo. ¡Tantos nombres y temas benditos de meditación para nuestras almas!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"