Como Moisés y Josué otrora, el remanente de Israel pedirá más tarde a Dios que intervenga a causa de Su gloria, para que Su nombre sea conocido en todas las naciones (v. 12; Éxodo 32:12; Josué 7:9). Sí, Jehová aceptará el desafío que tanto ha entristecido a los suyos: “¿Dónde está ahora su Dios?” (v. 2; Salmo 42:3; Joel 2:17; Mateo 27:43).
“Nuestro Dios está en los cielos”, responden los fieles, y cerca de él está nuestro corazón. En cuanto a la gente del mundo, en general, no hace falta mucho tiempo para descubrir a qué tiene afecto. La mayoría no tiene vergüenza de sus ídolos: son la plata, el oro (v. 4), los productos del arte y de la técnica; son igualmente los cantantes, los artistas del espectáculo u otras personalidades del momento. Proclamemos nosotros también quién es nuestro Dios. Actuemos de modo que su Nombre sea conocido desde ahora a nuestro alrededor. Lo será en la medida en que busquemos Su gloria y no la nuestra (v. 1). En la medida en que cada cual pueda ver que solo en Él ponemos nuestra confianza (v. 11).
En contraste con la alabanza y la bendición terrenales del reino mesiánico (v. 16-17), como creyentes nos gozamos de haber muerto con Cristo y resucitado con Él para tener ya a su lado nuestro lugar en el cielo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"