“Favoréceme por amor de tu nombre”, pide el Afligido y Necesitado (es decir, Cristo; v. 21, 22; comp. Juan 12:28). “Y entiendan que esta es tu mano; que tú, Jehová, has hecho esto” (v. 27). Para su propia gloria, Dios debía liberar al que le invocaba. Y, como consecuencia, viene a continuación el Salmo 110. Cómo resalta después del cuadro de la humillación del “Varón de dolores”. Dios se había puesto a la diestra del “Pobre” para salvarle (Salmo 109:31); era el pasado. En la gloria, donde está actualmente, lo hizo sentar a su diestra (v. 1; Efesios 1:20). Y, para más adelante, promete el versículo 5: “El Señor está a tu diestra; quebrantará a los reyes en el día de su ira”. A sus adversarios del Salmo 109 se los pondrá por estrado de sus pies: el sometimiento de ellos formará parte de Su gloria.
Este Salmo 110 está citado ocho veces en el Nuevo Testamento. Prácticamente, sirve de hilo conductor a toda la epístola a los Hebreos (véase cap. 1:13; 7:17; 10:13 y sig.).
Finalmente, a esas promesas hechas al Mesías se les agrega una en relación con su andar en la tierra (v. 7). Cristo, como hombre, debía hallar aquí abajo algunos escasos instantes de aliento, apropiados para animarle y fortalecer su alma (por ejemplo: Lucas 7:9, 44; 9:20; 10:21, 39; 23:42 y sig.).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"