Desde el cielo Dios consideró a los presos de Satanás, destinados a la muerte eterna. Oyó sus gemidos (v. 19-20). Quiso soltarlos para que pudieran alabarle (v. 21). Con este fin envió a su Hijo aquí abajo.
Verdadero hombre, Cristo suplicó “al que le podía librar de la muerte” (v. 24; Hebreos 5:7-10). Pero, en ese mismo versículo 24, una extraordinaria consolación responde a “la oración de los desvalidos” (v. 17). Como hombre oró Cristo, como Dios obtuvo la contestación. Nos es permitido escuchar el maravilloso diálogo entre Dios el Padre y Dios el Hijo. ¡Es el inescrutable misterio! ¿Quién es, pues, ese angustiado, ese hombre solitario abrumado de ultrajes y que medía su debilidad? ¡Aquel que desde el principio fundó la tierra y extendió los cielos! (Miqueas 5:2). ¿Habla de la mitad de sus días? ¡Pero sus años no se acabarán! La creación envejecerá y pasará; el Creador subsiste para siempre. Él es el Mismo eternamente. Y la epístola a los Hebreos, la cual cita estos versículos, agrega que el Hijo, en quien resplandece toda la gloria de Dios, es también aquel que efectuó “la purificación de nuestros pecados” (Hebreos 1:2-3, 10-12). ¡Valor infinito es el de semejante obra hecha por semejante Persona!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"