Las pasiones de los hombres y los blancos que ellos persiguen varían según su condición social o su temperamento. Unos se afanan por agregar otro campo a su campo u otra casa a su casa (aunque sin poder habitar más de una a la vez, v. 8). ¡Ay de ellos! porque esas cosas de la tierra habrá que dejarlas en la tierra… para presentarse ante Dios con las manos vacías. Otros buscan su placer en las fiestas del mundo y en la excitación engañadora del alcohol (v. 11-12, 22). ¡Ay de ellos cuando despierten demasiado tarde a las realidades eternas! También están los que se vanaglorian del pecado y provocan a Dios abiertamente (v. 18-19); aquellos cuya conciencia endurecida ha perdido la noción del bien y del mal (v. 20) y los que se complacen en su propia sabiduría (v. 21; en contraste con Proverbios 3:7). Todos los hombres están representados allí, desde el miserable borracho hasta el más grande filósofo, en una común y vana búsqueda de la felicidad (Eclesiastés 8:13). Pero el vocablo de Dios y el fin de todos los pensamientos y de todas las codicias humanas, sean distinguidos o vulgares, es: ¡Ay, ay, ay!
Veremos en los próximos capítulos de qué manera Dios se sirve de una nación (Asiria) como vara para castigar a su pueblo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"